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Un galimatías mitológico que hace venir migraña. Hay brujas medicinales al estilo flamenco, niños salvajes como el Mowgli de Kipling, dos gemelos que se podrían decir Rómulo y Remo, el pozo que llevó Alicia al país de las maravillas y un dragón hecho de niebla en el más puro estilo del humo negro de Lost. Todo unido por la mirada de una niña déspota y malcriada, condenada a pasar el verano en una isla remota, una especie de Stromboli sin línea telefónica ni electricidad. Si ya cuesta tragar de golpe, digerirlo es un reto hercúleo. No se sabe si estamos ante una réplica mágica a la inclemencia telúrica de una película de Rossellini, de la parábola de un Rousseau contemporáneo que considere que el hombre debe volver a la naturaleza o de un Shrek de acción real y bajo presupuesto. Por si fuera poco, el guión está construido sobre una presunta trama de suspense sin norte que nos promete la resolución de un misterio familiar que, ya os lo adelanto, tiene una relevancia muy escasa.