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En el prólogo de 'Los archivos del Pentágono', Steven Spielberg parece haber concentrado todo el cine de Oliver Stone: empieza con la Guerra de Vietnam y culmina con políticos estadounidenses reconociendo 'off the record' que la campaña es un desastre ... para, justo después, aturdir al público con palabras triunfales. La mentira habría continuado indefinidamente si alguien no hubiera tomado el riesgo de filtrar a la prensa los documentos clasificados sobre el asunto. En este sentido, lo más obvio hubiera sido explicar el caso de los Papeles del Pentágono desde la perspectiva del 'New York Times', el periódico que publicó la primera exclusiva sobre el tema, pero la película se centra en cómo afectó el caso en el 'Washington Post', quizá porque tenía al frente dos figuras significativas: la propietaria Kay Graham y el editor Ben Bradlee (Meryl Streep y Tom Hanks, punta del iceberg de un sólido reparto), amigos de los políticos implicados en el caso y desengañado paradigma de la relación entre el poder y la información. La evolución dramática de Graham, que escena a escena va superando los nervios para enfrentarse a los hombres que la rodean y cuestionan, permite a Spielberg sumarse al empoderamiento feminista. Y con la figura de Bradlee, esencial en el asunto Watergate y que fue encarnado por Jason Robards en 'Todos los hombres del presidente', el director de 'E.T.' hace un guiño a las inquietudes políticas de aquel Nuevo Hollywood que, al principio de su carrera, parecía quedarle tan lejos.