Miel

Las brujas no son mala gente. En la cultura ibérica esto ha quedado más que claro, desde los tiempos en que el bachiller Fernando de Rojas creó su Celestina hasta Cervantes y las 'Novelas ejemplares'. Hace un par de años que la escritora italiana Michela Murgia publicaba 'La acabadora', un libro sobre una hechicera sarda que ayudaba a los enfermos terminales a morir dignamente. Además de coser vírgenes y preparar potingues para curar el mal de amores, Murgia nos demostró que las brujas también son un puntal en la lucha por la eutanasia. Y la actriz napolitana Valeria Golino aún le ha dado otra vuelta de rosca a 'Miel', su debut como directora. ¿Qué se debe cocer en el sur de Italia?
Esta vez no hay capotes negros ni un huerto escondido entre las zarzas dedicado al cultivo de mandrágora y belladona. La suya es una bruja de ciudad, una tal Irene, que lleva los ojos pintados, un piercing en la lengua y que tiene poco más de 30 años. Y que una vez por estación se va a México a conseguir con un pequeño cargamento de un medicamento veterinario para el sacrificio de perros. El cliché mitológico pierde todos sus atributos: Jasmine Trinca hace el papel de una muchacha joven, ingenua, de buen ver, que aún vive atrapada en un aprendizaje retrasado, fornicando con diestro y siniestro, cerrando discotecas cada noche, cubata en mano. No tiene ni rastro de la malicia de aquellas viejas curanderas de sombrero en punta. Esta es una bruja de las buenas.