Mug

¿Qué pasa cuando el rostro se eclipsa, se desfigura, se descompone como la cera de una vela incendiada? Se invoca el viejo tema de la identidad, que ahora tanto preocupa al cine europeo que quiere levantar acta de una Europa escindida. Tras dedicarse al cuerpo como metáfora de este desconcierto que nos llevaba por la calle de la amargura en su anterior película, 'Cuerpo', parece lógico que a la cineasta polaca Malgorzata Szumowska le haya interesado a explicar cómo tambalea la identidad de una comunidad cerrada, supuestamente bien avenida, cuando uno de sus miembros se debe cambiar de cara, así, en sentido literal. Porque 'Mug' cuenta la historia del primer hombre de Polonia que recibe un trasplante facial.

Convertido en alteridad por gracia divina –la ironía más feroz de la película es que el accidente que convierte a Jacek, el protagonista, en un monstruo que necesita una cara nueva se produce por culpa de una estatua gigante de Jesucristo–, este mártir de la causa facial se encuentra con el rechazo de todo el pueblo que lo apreciaba. Szumowska habla, pues, de la hipocresía de la sociedad polaca, educada en el fanatismo católico, mientras éste pobre aficionado al heavy debe acostumbrarse a no reconocerse cuando se mira en el espejo. A veces, la cineasta cae en la caricatura buscando malvados por los rincones, pero, en general, la película se mueve en un estimulante interregno, donde la situación, bastante excéntrica, acaba resultando conmovedora.