Mujercitas

Greta Gerwig no ha dirigido más que dos películas en su vida, pero ya se ha convertido en una marca. Así lo sentiréis en los primeros minutos de 'Mujercitas', su versión tierna y muy personal del clásico de Louisa May Alcott, que encierra una lectura autocrítica. Vemos a Jo March (Saoirse Ronan, que ya fue protagonista de 'Lady Bird', muy rompedora) sentada en la oficina de un editor de Nueva York. Como estamos en 1860, tiene que hacer ver que está vendiendo la obra de un amigo. Pero el editor, en tono paternalista (Tracy Letts, también de 'Lady Bird'), se da cuenta y se muestra comprensivo. Lee el manuscrito, lápiz en mano. "Asegúrate de que al final ella se casa o muere", concluye, condescendiente. Jo, entusiasmada, sale corriendo exactamente igual que hizo Gerwig en 'Frances Ha'.

Puede que esta no sea la versión de 'Mujercitas' que recordabas haber visto en las películas o haber leído en el libro. Pero seguro que se acerca a aquello que sentiste en su momento. Y eso es mucho más importante. Gerwig, que debería ser celebrada tanto por su trabajo como guionista (la adaptación es suya) como por su virtuosismo formal, se ciñe a la esencia de la novela –los recuerdos de infancia, el drama 'coming of age', pero también la nostalgia y el duelo por el propio pasado que se esfumó– y encuentra un lenguaje visual para contarla. La saga de Alcott sobre las cuatro hermanas March queda dividida en dos mitades. Primero, la energía de la primera juventud de las chicas crea este ambiente cálido de su casa de Massachusetts, cuando el padre está ausente, luchando en la Guerra Civil. Es la época de las obras de teatro en la buhardilla, del amor por Ted, del piano de Beth, del desayuno de Navidad. Más frías son las escenas que se sitúan siete años más tarde, donde las vemos entrando en la madurez, con sus sueños postergados.

Los tiempos se van alternando. Así se crea una tensión maravillosa entre presente y memoria. No es solo que Gerwig refresque el argumento conocido, sino que le da un impulso nuevo y modernizado que encaja perfectamente con los tiempos actuales. Cuatro actores hacen brillar la película. En primer lugar situaríamos a Saoirse Ronan, que tiene un don para estos papeles con un toque de neurosis. El chico que la sedujo en 'Lady Bird', Timothée Chalamet, la da al personaje de Laurie, el vecino rico, una complejidad que nunca había tenido. En algunas escenas aparece Chris Cooper como Mr. Laurence, el viejo afectado por la melodía de las notas de un piano colocado en la habitación contigua. Pero es Florence Pugh, de 'Midsommar', quien lo da todo en el papel de la joven Amy.