Nana

No nos engañemos, no hay ningún tipo de naturalismo detrás de Nana, la primera y fascinante película de Valérie Massadian. Tampoco desea capturar la realidad de una niña que vive en el campo, aislada de todo excepto de su madre y de su abuelo. Es cierto que la sensación que las imágenes han conseguido captar lo más inmediato es muy fuerte, hasta el punto de que el espectador puede llegar a pensar que Massadian ha plantado la cámara delante de la pequeña Kelyna Lecomte (una actriz maravillosa, por cierto) y le ha dejado hacer lo que quisiera. Pero no es así. La cineasta filma un cuerpo menudo con absoluta naturalidad, sin trampas ni filtros, y esto implica una tarea de selección y montaje que da lugar a un relato.

¿Qué nos explica 'Nana'? Pues la manera en la que el mundo de los adultos se impone sobre la imaginación infantil hasta el punto de regular el comportamiento con rigidez, pero también las diversas vías de escape con las que los niños pueden dar salida a su libertad de acción. Esto no quiere decir que la película sea una loa a la inocencia, ni tampoco el retrato de una infancia desgraciada. No hay suciedad, no hay miseria, no hay llantos. En cambio, hay una perversidad que no sabemos si corresponde al universo real o al mundo del sueño, y que de repente se descubre como parte indisociable del hecho de crecer. Nana contempla cómo matan a un cerdo, sigue una rutina con su madre que continuará cuando ésta desaparezca de la narración y, finalmente, lleva esta lógica hasta el límite, sin ningún tipo de ética o moral.

Lo cotidiano sirve para aprender el funcionamiento de las cosas, pero también para dejar ver su parte más oscura. Y Massadian, a fuerza de observar, nos deja ante un territorio a medio camino entre la conciencia y el inconsciente, allí donde las imágenes pueden significar cualquier cosa. No debemos obligarnos a interpretar qué está pasando en la pantalla, porque esto mataría el poderoso aliento evocador de  esta película inquietante, perturbadora. Todo es posible desde el momento, no se sabe bien cuál, en el que pasamos de la realidad a la mente de Nana. Y entonces todo es diferente de lo que pensábamos.