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Implacable, devastadora crónica de un día en la vida de un politoxicómano (basada en la novela de Drieu La Rochelle 'Le feu follet', que ya inspiró la película del mismo título de Louis Malle) , este segundo largo de Joachim Trier es una de las propuestas más estimulantes de la cartelera actual. No hay ninguna concesión al melodrama ni a la psicología barata en esta ficción que fluye hasta una segunda parte deslumbrante por su dominio del tiempo muerto, opuesta a la estructura episódica y más convencional de la primera. Y el espectador no encontrará reposo por lo que respecta a un retrato contundente de la falta de esperanzas, de la depresión ante un entorno acomodaticio y burgués. Quizás Trier esté hablando de Oslo, pero todo resulta igual de reconocible para el habitante de cualquier ciudad europea, hasta el punto de que la película termina captando una tonalidad abstracta, alucinada: las escenas que describen la noche y el alba de este viaje hacia la nada son de las más terroríficas que he visto últimamente.