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Uno de los cineastas europeos más admirados desde los años 90, el lituano Sharunas Bartas, nunca había visto exhibida aquí ninguna película suya, y por eso este estreno es un acontecimiento. Se trata de un drama rural que incluye a un intelectual urbano y su novia, una violinista alcohólica, además de la hija de él y los habitantes de la zona donde pasan un conflictivo fin de semana. Con este escenario, Bartas nos habla de las heridas del pasado, la incomunicación del presente y la violencia de las relaciones humanas, todo a medio camino entre Chéjov e Ingmar Bergman. Las escenas son largas y las conversaciones de una gran densidad, y todo ello desprende una melancolía –los paisajes, los rostros, el paso del tiempo– que hace del film uno de los más maduros de su autor.