Skyfall

Un pasado trágico que vierte al héroe a luchar al lado de la justicia. Una serie de 'gadgets' que acentúan sus poderes ante los malos. Un accidente tras el cual todo el mundo cree que el justiciero ha muerto. Y un retorno a la vida por la puerta grande. No, no estamos ante la última entrega de Batman, el héroe trágico por antonomasia, sino de un nuevo filme de James Bond, en la que el espía británico abandona algunos de los rasgos más intrínsecos, agarra con fuerza algunos detalles reconocibles y abarca, extrañamente, el universo oscuro de Batman.

El principio de 'Skyfall' es el ejemplo diáfano de esta dicotomía. Todo comienza como dictan los cánones: con una secuencia de acción imposible, en la que el espía persigue a un hombre desde las azoteas de una ciudad, hasta montar sobre un tren que va a toda velocidad. La diferencia sustancial está al principio y al final de la escena: la persecución del mal comienza cuando Bond encuentra un compañero herido, que termina con el héroe que cae en un río después de que M haya ordenado disparar a pesar del riesgo de herir a Bond. Es decir: la acción se sitúa entre dos posibles muertes, la del compañero y la de Bond, que después de los títulos de crédito volverá a la vida.

Mendes sabe que sin acción no hay 007, pero se nota que disfruta más de la vertiente trágico del relato. La mejor parte del inicio de 'Skyfall' no está en una carrera, ni en un tiroteo, sino en el uso que Mendes hace de la banda de sonido cuando todo el mundo cree que Bond ha muerto. La música baja y la lluvia que se ve desde la ventana del despacho de M sube suavemente. El momento de luto rompe la exuberancia de la acción y dicta una de las premisas de este nuevo 007: un puesto aparentemente menos frívolo y más profundo, en el que la veterana M juega un papel más importante que cualquier chica Bond.

'Skyfall' va virando lentamente hacia las raíces históricas del personaje. La mejor escena de acción del filme tiene lugar en un espacio contemporáneo, en un rascacielos asiático, lleno de luces de neón. La secuencia no es ningún prodigio de la inventiva (Michael Mann ya jugó con las posibilidades de los edificios de vidrio en 'Collateral'). Mendes lo dispone todo para que parezca un juego de espejos en el que la única iluminación son los neones del exterior. De este espacio actual pasamos al del final del filme: la casa en la que se crió Bond, con un coche antiguo, imagen del origen de un personaje que, como Batman, está marcado por la tragedia.