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No se puede ver esta comedia sin pensar que James Gandolfini se murió. No es la última película que hizo, pero casi. Gandolfini estaba ya muy lejos de los 'Soprano', y llevaba años intentando consolidar una carrera como actor de cine, siempre condicionado por su físico. No sé si la directora lo tenía en la cabeza cuando escribió el personaje de Albert, un hombre que tiene todas sus características y que, además, trabaja en un archivo de programas de televisión que le permite saberlo todo sobre el pasado de la tele, pero nada del presente. Broma privada entre él y el personaje. Pero también entre él y Eva, divorciada de quien se enamora, y que no es otra que una vieja gloria de las series de los 90: la Elaine de 'Seinfeld', a quien quizás los jóvenes ya ni recuerdan. La verdad es que no hay mucho más que decir de este típico producto 'indie', donde encontramos todos los tópicos de un cine que ya ha dejado de ser independiente para ser sólo de consumo.