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Rod Serling, el genial creador de la televisiva 'The twilight zone', tenía unas peculiares ideas sobre la ficción fantástica. "Es prerrogativa del hombre, y de la mujer, crear su infierno particular y privado", decía. ¿Y por qué citamos aquí a este brillante escritor y productor? os preguntareis... La respuesta es que, al ver ‘La noche de las bestias’, escrita y dirigida por James DeMonaco, nos asalta el recuerdo de Serling. La idea argumental que vertebra este thriller de terror futurista es digna de la serie: en los Estados Unidos del año 2022 casi no hay delincuencia, pero una vez al año, y durante 12 horas, se autorizan todos los delitos. Esto permite a los ricos asesinar a "miembros no productivos de la sociedad", pero también a cualquier persona disfrutar de la violencia en estado puro, sin restricciones morales o legales. La familia protagonista, los Sandin, vive en una lujosa casa fortificada, metáfora de su estatus de nuevos ricos y de su insensibilidad materialista, que los hace sentirse a salvo... Hasta que el infierno llama a la puerta.
A partir de aquí, 'La noche de las bestias' se convierte en un angustioso filme de horror realista: el único monstruo es la ferocidad reprimida de la sociedad acomodada, libre de cadenas. La violencia es dura, contundente, representada sin efectismos ni dosis innecesarias de gore, sólo con la ayuda de una atmósfera tan enfermiza como densa. Y, sobre todo, llama la atención el trasfondo amoral de la acción, por más que los asaltantes crean que están haciendo un bien a la sociedad. Así, 'La noche de las bestias' construye un panfleto político de primer orden, de pinceladas tan gruesas como efectivas, decidido a denunciar las oscuras maniobras socioculturales de las clases dirigentes para hacer, literalmente, lo que les dé la gana, sin dar explicaciones a nadie .
James DeMonaco muestra un relajado dominio del lenguaje cinematográfico que sorprende. Sabe sacarle partido al decorado único de la casa de Sandin, donde la idea del hui-clos subraya la fragilidad de los residentes y la brutalidad de los agresores. El montaje es preciso, limpio, atento a la acción física, a las miradas fuera de campo, con planos-contraplanos aterradora. En resumen, un buen ejemplo de excelente cine de género.