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Thérèse D

  • Cine
  • 3 de 5 estrellas
  • Crítica de Time Out
Thérèse Desqueyroux
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Time Out dice

3 de 5 estrellas

Thérèse Desqueyroux, en versión de Claude Miller, se beneficia del hecho que la excelente adaptación de la novela de François Mauriac que firmó Georges Franju en 1962 es casi un incunable, el secreto mejor guardado del cine francés de los 60. El acercamiento a la vez poético y elíptico, que conseguía desnudar de toda psicología simplista el retrato subjetivo de una burguesa de provincias que comete un delito moralmente condenable, del film de Franju es sustituido aquí por una lectura académica, fría y clínica, que atenúa la discontinuidad narrativa de la original para intentar ofrecer una lógica causal a la actitud de una mujer que es un misterio.
Siendo escrupulosamente fiel a la novela, consigue transmitir el ambiente asfixiante que envuelve a Thérèse, las dificultades con las que se encuentra una mujer con inquietudes que ha escogido el camino incorrecto –el matrimonio con un terrateniente (Gilles Lellouche) tan sensible como la suela de un zapato– para realizarse, y el sentimiento de aislamiento de una persona que ha nacido para hacer su vida, sin someterse a la tiranía del aburrimiento familiar. No se equivoquen, Thérèse no es Madame Bovary, ni tampoco Anna Karènina: el adulterio siempre es una posibilidad abstracta y los caprichos románticos, de niña malcriada, no forman parte de su modus operandi. La parte más lograda del film de Franju era la del encarcelamiento de Thérèse en su habitación, porque en cada gesto de Emmanuelle Riva –cómo fumaba, cómo bebía vino, cómo miraba los árboles por la ventana, cómo desfallecía en un paseo– notábamos que el único pecado de esta envenenadora es querer ser independiente. Es en este estatismo dramático donde la propuesta de Miller, más educada y distante, no llega a la intensidad emocional que requiere una situación tan extrema.
Las comparaciones son odiosas, pero Lellouche no es Philippe Noiret (tan hábil a la hora de hacer de su personaje un hombre menospreciable) y Audrey Tautou no es Emmanuelle Riva. Se agradece que la tan injuriada Amélie no trate de hacer simpática a su heroína, pero su contención facial la hace en exceso hermética, y se contagia sin poner demasiada resistencia de la frialdad de este digno film póstumo que no acaba de estar a la altura del enigma de su portentosa protagonista.

Escrito por Sergi Sánchez
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