En Madrid nunca ha existido una escena off al estilo del Off Broadway de Nueva York, no al menos reflejada en las carteleras o en los folletos turísticos. Desde los años setenta, en Madrid hubo teatro independiente y luego salas alternativas, pero no se empezó a hablar de off hasta hace unos años. Hagamos un poco de historia: en 2009, se estrena en el hall del Teatro Lara ‘La función por hacer’, una versión de ‘Seis personajes en busca de autor’ de Luigi Pirandello dirigida por Miguel del Arco (en lo que fue el origen también de la compañía Kamikaze) que sorprendió y conmocionó a propios y a extraños.
Podríamos hablar de un antes y un después de este montaje, porque hasta entonces a nadie se le había ocurrido que un espacio como aquel podía albergar una obra teatral. Fue el comienzo de un boom, de una explosión que multiplicó en poco tiempo los espacios no convencionales dedicados a la actividad escénica. Se abrían salas (como Garaje Lumière, Kubik Fabrik, El sol de York o La Trastienda, ya desaparecidas las cuatro), se revitalizaban otras que habían nacido bien poco antes (como La Usina o Guindalera) y se hacía historia con propuestas originales como Microteatro por dinero o La Casa de la Portera. De pronto, Madrid hervía teatralmente en plena crisis, los creadores hicieron de la necesidad virtud y se empezó a hablar de la extraordinaria vitalidad del off y hasta de una nueva movida madrileña.
El optimismo, la ilusión y la creatividad convivían con la precariedad laboral, con la multiprogramación obligada, con las trabas administrativas, con las multas del Ayuntamiento y con el recelo de los grandes empresarios y centros de producción públicos, que acogieron en sus teatros espacios y experiencias distintas, alternativas, cercanas a la idiosincrasia del off. Nos habíamos acostumbrado a mirar a los actores a un palmo, a sentir sus respiraciones, a recibir sus gotas de sudor, a encontrar en sus ojos la emoción, a abandonarnos a experiencias raras, sorprendentes, anormales. Las salas abrían y cerraban compulsivamente, pero algo cambió para siempre en la forma de ver y sentir el teatro y eso va a perdurar quizás –quién sabe- para siempre.
Cuando el boom del off madrileño estaba en todo lo alto, se empezó a hablar de la burbuja que terminaría por pincharse. Aquel ecosistema era débil y tenía, por fuerza, que autorregularse. Muchos cayeron por el camino y otros sobreviven. Y sobreviven pese a las dificultades porque si algo caracteriza a esta escena es la pasión, les mueve una fuerza interna arrolladora capaz de sobreponerse a todas las tormentas, un amor incondicional y una confianza plena en el arte, en la cultura, en todas las manifestaciones humanas que pueden suceder sobre un escenario, por pequeño que sea. Teatro, danza, música, circo, microteatro, monólogos cómicos, magia o propuestas para niños y niñas nutren estas salas que siguen en activo, de lunes a domingo, en el centro y en los barrios de la ciudad. Así vamos a conocer algunas de ellas a continuación, de dentro hacia fuera, de experimental a convencional, de veterana a incipiente.