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Reinventarse o morir es la máxima por la que se rige el mundo de la cultura hoy en día. Los clásicos conciertos se cambian por actuaciones exclusivas para unos pocos afortunados o por recitales en los lugares más insospechados, como los jardines de un museo o el sótano de un centro cultural. Las proyecciones de películas van acompañadas de degustaciones gastronómicas y las exposiciones se pueden contemplar en los muros de las calles madrileñas o en las propias aceras.
Y ahora esa nueva corriente ha llegado también al teatro. La iniciativa se llama TeatroSOLO e incluye cinco intervenciones, cada una para un único espectador, desarrolladas en cinco sitios específicos pero a la vez atípicos para una performance como un andén de metro, el apartamento de una familia, las calles de Lavapiés o el Museo Reina Sofía. “Esta herramienta quita la teatralidad de la sala y desplaza el teatro a cualquier sitio de una población. Al intérprete lo aleja de su contexto y lo ubica en el centro de la escena real del relato. Al público, lo ayuda a escapar del sometimiento habitual de la platea, de su anonimato y le da un rol activo, e individual, dentro de la puesta”, explican.
Son obras cortas, de unos 30 minutos de duración, para una única persona, que tienen lugar de forma simultánea y que abordan diferentes historias, desde la amnesia temporal de una mujer y el descubrimiento fortuito de la vida de una misteriosa joven hasta la ruptura de una familia. Este proyecto, creado por el artista argentino Matías Umpierrez, ha sido presentado en ciudades como Buenos Aires, Nueva York, Graus, San Sebastián y Sâo Paulo, donde ha sido galardonado con el premio R7 como mejor propuesta del año. Una experiencia única, arriesgada e irrepetible para los verdaderos amantes del teatro.
