Un ratito basta para notar si determinado sitio gusta. Glop no es que llame mucho la atención a pie de calle, sin embargo conforme la tarde avanza el goteo de gente que entra a curiosear y a interesarse por una reserva es incesante. Aquí está pasando algo. Poco más de un año después de que Juan y Júlia abrieran La Deseada, café de especialidad y obrador en José Abascal, entraron de un trago en la liga de los wine bars.
Fue en el barrio de Argüelles, dentro de la órbita foodie del Mercado de Vallehermoso, donde levantaron el cierre de Glop el invierno de 2023. Su nula pretenciosidad, su sencillez superlativa con algo de concepto, su apertura a todos los públicos y su ambiente relajado explican este éxito asegurado para los que huyen del engolamiento en todas sus manifestaciones.
"¿Tienes algo así como seco y natural?". "¿Y un blanco afrutado?". Esas son las preguntas que lanzan los clientes de Glop –abundan las clientas, llama la atención, y en general consumidores por debajo de los cuarenta– sin necesidad de echar un vistazo a su carta de sesenta referencias. A primera hora se copea (unas veinte opciones, entre 4 y 7,5 euros) y poco a poco empiezan a rotar las botellas (entre 22 y 72 euros). La oferta se centra en vinos españoles, con inclinación a lo naturis y debilidad por el sur. No se escuchan discursos radicales ni soflamas anti-sulfitos, el bar facilita el vermut (Valdespino o Pando, ambos con acento sureño) sin avasallar con la tropa de generosos que espera paciente en su estantería particular. Jerez, Chiclana y Sanlúcar son destinos que se invitan a visitar sin salir de Chamberí.
Las parejas -de amigos o tal- van ocupando sus puestos de manera ordenada según queden libres. Conversaciones de aquí o en inglés, sobre el trabajo o sobre otros amigos, nunca sobre el vino. Las copas reposan en las cuatro mesitas de chapa ancladas a la pared. En la de enfrente, una pequeña barra con sus consiguientes taburetes desgastados que se prolonga en la de servicio, muy funcional –como los ganchos de perchero– para llegar de cocina o descorchar. Al fondo del bar se da espacio a las reservas en una sala más íntima ambientada con velas. Atiende un equipo de chicas jóvenes con más simpatía que formación enológica. No es que sean ajenas. Alma, por ejemplo, pasó antes por Gota y también por Pequeños y Salvajes, esa tribu del vino indie liderada en Gredos por Vicky y Nahuel.
A Glop se va a echarse unos vinos, pero es raro salir sin picar algo. Nada complicado, la cocina es limitada. Hay gildas de anchoa y boquerón (3 euros) y marineras de anchoa (4 euros). Más interesante: mojama gaditana (6 euros) y albóndigas de fricandó (14 euros). El bikini de butifarra y queso Mahón (11 euros) es contundente y tal vez podrían refinar su acabado. La tabla de quesos (13 euros) suele pedir más vino, siempre apetece. Los postres cambian, pueden tener baklava o flan de huevo (de Finca Cabezamarta), mientras el tiramisú (con café de Nomad y chocolate de Puchero) parece quedarse fijo.
Y aunque el público de Glop no sea necesariamente gran conocedor, se agradece la inquietud de la dirección por atraer a productores de interés. Nombres como Esmeralda García, Anna Serra, Raúl Moreno, Clos Lentiscus, Goyo García, O Morto, Julia Casado o Terra OO agitan la viña y aparecen en los nuevos bares vineros. Así, los más aventureros podrán descubrir el biodinámico ancestral Les Fades del Calcari, una sumoll funky de Alt Empordà con el sello de Còsmic. Los que quieran aseguran tienen la garnacha tintorera, muy ligera y aterciopelada, de Albahra, con la que Envínate parece llevarse Almansa camino del Atlántico. Los más tímidos, el mediterráneo y afrutado 1R, cartoixa y macabeu, de Celler 9+. Y los que van a por todas, esa locura de Sierra de Gredos que es Dónde baila el polvo amarillo, un naranja albillo real con velo de flor de La nave de los locos. Este es el rollo de Glop, un joven bar de vinos para jóvenes (de espíritu, vamos) donde no hay ostras ni añadas francesas.