[title]
La foto que veis encima de este texto no es de un bar de los años 60, aunque lo parezca. Se trata de Filete Ruso (San Bernardino, 15), una de las últimas novedades del barrio de Conde Duque que acaba de abrir sus puertas donde antes se encontraba el Bar Recio. Pero los nuevos propietarios, ex dueños del famoso Nasti, han querido mantener la esencia de esta taberna centenaria, conservada en las molduras de escayola del techo, los azulejos y el mármol de las paredes, dándole eso sí un aire más moderno y ‘hípster’ acorde con los tiempos.
Algo parecido ha ocurrido con El 79 (Vallehermoso, 79), uno de los mejores bares de Chamberí para ir a tomarse unas cañas con unas gambas a la plancha. Una tasca castiza de las de barra de acero, vermut de grifo y camareros que gritan las comandas. Reabrió el pasado 3 de septiembre manteniendo también casi intacta su decoración y la de su escaparate repleto de marisco, modernizando ligeramente el espacio.
Y es que esta aparente necesidad de mantener con vida el espíritu añejo de los bares más tradicionales nos resulta tan admirable como inquietante. ¿No será dotar de alma un local que ya no tiene nada que ver con lo que era, por mucho que se hayan mantenido las mismas baldosas del suelo? ¿O es que entre tanto estilo ‘vintage’, ‘retro’ o ‘industrial’ echamos de menos algo de esa autenticidad que desprenden los bares de toda la vida?