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Después de sus excursiones americanas, Godzilla vuelve a casa. Si la primera aparición en Japón del gran lagarto encarnaba el terror radiactivo posterior a la bomba atómica, el estreno de 'Shin Godzilla' no se puede desligar de las heridas causadas por Fukushima. Porque Godzilla es un icono catártico que conduce a la nación nipona a confrontar sus traumas. Una idea que nunca había quedado tan clara como en esta versión, que hace estallar la narración en una coralidad vertiginosa, describiendo con detalle cómo la estructura gubernamental responde y neutraliza la crisis monstruosa. A ratos, el tufo patriótico hace tambalear la película, pero el carisma de Godzilla lo puede todo. Incluso conseguir que Shinya Tsukamoto, uno de los cineastas más díscolos del país y que aquí aparece como actor, se ponga de lado del sistema.