En 1405 Enrique IV construyó en este lugar un pabellón de caza, pero el primer monarca en interesarse en serio por los excelentes venados de El Pardo y la finca de caza fue Carlos I, que reedificó ese pabellón y lo transformó en un palacio. Su sucesor, Felipe II, lo dotó de muchas obras de arte importantes, pero la mayoría se perdieron en un incendio en 1604. Después de varios cambios en la arquitectura del edificio, fue finalmente reconstruido por orden de Carlos III por el arquitecto del siglo XVIII Francesco Sabatini. Fue entonces cuando se sumaron los magníficos murales de Bayeu y Maella. Los muebles, pinturas y tapices actuales fueron añadidos durante los siglos XIX y XX.
El Pardo hoy en día sólo se emplea como residencia de Jefes de Estado extranjeros en visita oficial, pero está parcialmente abierto al público, con visitas guiadas donde podrás apreciar sus frescos ornamentales, sus molduras doradas y sus tapices, algunos de los cuales son diseños de Goya (cinco de sus series más conocidas las realizó para este palacio) que se tejieron en la Real Fábrica de Tapices.
Incluso tiene en su interior un teatro, construido para la esposa italiana de Carlos IV, María Luisa de Parma, y reconvertido en cine, donde Franco veía películas con sus amigos antes de decidir sobre su idoneidad para la plebe. Pero en realidad las únicas habitaciones que provocan verdadera fascinación son el dormitorio del Generalísimo, el vestidor y el cuarto de baño de los años 70, decorado según sus propias especificaciones.
En el exterior, puedes pasear por los hermosos jardines del palacio o explorar o hacer un picnic en por lo menos una parte de la magnífica zona verde circundante que es el Monte de Pardo, un paraíso natural 50 veces mayor que el Central Park neoyorquino.
Otros puntos de interés cercanos incluyen el Convento de los Capuchinos (Ctra. del Cristo de El Pardo 11, tel. 607 712 988), famoso por la escultura barroca de madera de Cristo de Gregorio Fernández; la Quinta del Duque del Arco, una pequeña casa de verano del siglo XVIII, y la Casita del Príncipe Don Carlos, construida por Carlos IV y María Luisa de Parma cuando eran Príncipes de Asturias como casa de campo y retiro particular en 1785 por Juan de Villanueva y que destaca por sus salones de lujo. Eso sí, las entradas para esta última debes adquirirlas en las taquillas del Palacio Real.