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Es una de las edificaciones más sorprendentes que se pueden ver en toda la Comunidad de Madrid. Durante casi 60 años, Justo Gallego ha construido con sus propias manos una catedral en la localidad de Mejorada del Campo. Y lo ha hecho de manera completamente autodidacta, a base de material reciclado y con mucha, mucha fe. Todo, en unos terrenos que heredó de sus padres y sin contar con el respaldo de la Iglesia católica.
En los últimos años, y debido a su delicado estado de salud, han surgido muchas dudas sobre la suerte que va a correr el templo tras la muerte de Justo, que tiene 96 años. Dudas que se van resolviendo poco a poco: un estudio de arquitectura avaló la solidez del complejo, que ha sido donado por Justo a la ONG de Mensajeros de la Paz. Ahora, mientras se espera a que la Comunidad de Madrid lo declare Bien de Interés Cultural, el padre Ángel presidente de Mensajeros por la Paz, se ha comprometido a terminar el proyecto.
En una entrevista concedida al diario El Mundo, el padre Ángel ha asegurado que espera concluir la obra en un periodo de dos años. Para ello ha contratado el proyecto a Calter, una empresa de ingeniería estructural especializada en edificación y rehabilitación que ha trabajado en las obras del Bernabéu y las Torres de Colón. "Es increíble que hayan construido esta catedral a escala sin planos y sin proyectos y que lo haya hecho una sola persona", ha explica Jesús Jiménez, director de edificación de Calter, en el citado artículo.
En la actualidad, el dueño de la catedral es Ángel López, el hombre de 52 años que junto a su mujer cuida de Justo y que lleva 24 años en los andamios de la catedral al lado del anciano.
La catedral de Justo en Mejorada del Campo se hizo muy famosa tras protagonizar, en 2005, un anuncio de una conocida marca de refrescos. Sus dimensiones no tienen nada que envidiar a las de cualquier otra catedral: 4.700 metros cuadrados, 35 metros de altura, una planta central de 50 metros, una cripta subterránea, dos claustros, un baptisterio, 12 torreones de 60 metros, 28 cúpulas y más de 2.000 vidrieras. Su impresionante historia llegó incluso al MOMA de Nueva York, donde protagonizó una exposición de fotografía.
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