Cuando detrás está La castela, toda una institución en el competitivo y muy poblado panorama tabernario de Retiro, nada puede salir mal. Confianza ciega. Este es un local nuevo, con otras dinámicas y otras dimensiones, pero el clásico rodaje es más fácil cuando llevas desde el 89 cuidando el producto y a tus clientes. El 'know how' lo tienen impreso bajo la piel. Todos conocen su adn. Tanto es así que este año han recibido el sello Bib Gourmand de la prestigiosa guía Michelin (su hermano mayor ya lo tenía). Consecuencia inmediata: conviene reservar con tiempo si quieres ir durante el fin de semana y oirás conversaciones en inglés, portugués e incluso japonés.
Funciona para llevarte a unos clientes, a tus padres o a unos amigos. Los dos primeros, al comedor; los segundos, a la barra. Ambos espacios son holgados, estilosos, bien iluminados (e insonorizados). Escoger uno u otro dependerá del tono de la velada porque comparten varios platos y el nivel de gozo es semejante. Tú verás si te quedas con unas cañas bien tiradas o su extensa carta de vinos y mantel.
Materia prima notable y un tratamiento secular. Es como si tuvieran interiorizados desde tiempo inmemoriales los puntos de cocción, la textura de algunas salsas, el sabor de un fondo. No habrán inventado la rueda, pero es complicado no asentir ante su afinada calidad-precio. Las zamburiñas a la marinera son buena prueba de todo esto. Dejarse caer por algunos de sus pescados y mariscos resulta obligatorio. Quizás sea la marinera la sección donde prestan mayor atención. Al menos, hasta que te pides rabo de toro de segundo y acabas untando el plato con el pan que han dejado tus acompañantes. En definitiva, respetable cocina tradicional bien ejecutada. Una atención y servicio de casa formal y tiempos medidos entre cocina y sala.
No contentos con esto, suman otros dos puntos que, sin duda, los convierten en una parada ineludible. Sirven unas raciones muy generosas (ojo, también en los postres) y a diario cantan un fuera de carta que, salvo que seas de hábitos fijos, añadirán más dudas a tu elección final. Cuando no son unos chopitos fresquísimos, es un lenguado a la plancha para dos o unas chuletillas de cochinillo frito. Académico sin olvidarse de ser versátil.
