Emil Samper tenía muy claro, tras pasar por la segunda edición de MasterChef, que lo suyo no se quedaría ahí. Nosotros también lo teníamos claro. Años anteriores y posteriores de formación y viajes resultaron, por fin, en lo que llamó Crudito, en el barrio de La Latina, con todas las de le ley.
‘Ni cocidos, ni crudos” es su lema. Por eso, todo se sirve `crudito`. ¿Y qué es Crudito? Productazo, siempre, pescados de las mejores lonjas de nuestras costas pero servidos fuera de lo más habitual. Prebióticos, probióticos y súper alimentos acompañan a ceviches, sushi, tiraditos, poke… y a aderezos fermentados artesanalmente durante meses, decenas de cítricos, cerveza exclusiva… ‘Salud que se come, comida que da vida’, constatan.
La Sala Sushi os dará la bienvenida al entrar, comandada por la experta formada en Tokio Cristina Sombray. Después, el menú maridaje en el espacio White Dragon sorprende despertando los cinco sentidos. La Cueva, en plan clandestino, culmina como tercer espacio para dar cuenta de la carta habitual o de reuniones privadas.
Es en White Dragon, área basada en el icónico garito de Blade Runner, donde Emil trabaja frente a frente al comensal proponiendo su menú degustación con platos de carta (solo viernes y sábado por la noche y para nueve comensales por pase, o previa contratación). Lo llama Interlingua, también como guiño a la película y a la globalización que vivimos y los nexos comunes necesarios entre culturas para entendernos, también, a la mesa.
Por eso su despensa recorre los cinco continentes y se posa sobre esos casi crudos tatakis, kilawas, sashimis, encurtidos o tartares que cambian cada temporada y que se preparan siempre pensando en el cuerpo, su digestión progresiva y su disfrute. ¿Ejemplos? Suquet thai, gunkan de erizo de mar, médula de emperador, croqueta masala… Fusión con mayúsculas.
Ayuda al proceso una carta de bebidas bien pensada de cara a un maridaje, con sakes, refrescos `healthy` muy seleccionados, generosos y otros vinos bien buscados que redondean una experiencia de cine.