Decadente no porque decaiga, desde luego, sino porque, y citamos a la RAE, 'en materia estética gusta de los refinamientos de lo pasado'. Algo así este ¿restaurante, 'cocktail bar', club? que ya hemos visto en Nueva York o en Londres pero que faltaba en un barrio como el de Huertas, en Madrid.
Vigas de madera, ladrillo visto, gran barra com reflejos dorados, un poco a lo café ‘vintage’. El efectista interiorismo es obra del propietario, Marco Martínez, un conocido restaurador y noctámbulo. Aquí, en este entorno, se cena bien, se bebe bien, hasta se baila bien. En su planta calle, al entrar, una gran barra preside. En ella, y en algún que otro asiento alrededor, se puede picotear en base a su carta. Al fondo, una decena de mesas que funcionan de forma aparentemente más formal, pero con. propuestas que mantienen la sencillez y que vienen de excelentes proveedores como Balfegó (atún rojo) o Discarlux (carne), así que no dudéis ni del poké ni de, por ejemplo, el T-bone de ternera gallega o el steak tartar. Croquetas de carabinero o hasta unos castizos torreznos u oreja a la plancha con gambas al ajillo son estupendos aperitivos previos. Como colofón, dadle a sus ‘decadentes’ fresas o a su ‘crème brûlée’.
La cocina abre hasta la madrugada, hasta altas horas que puedes empezar a quemar, por cierto, en el sótano, donde los divertidos combinados creativos de Óscar Molina animan al personal junto a la música que reproduce un tocadiscos. Os costará decidir entre tantos, pero os chiflará su personal ‘Book’ o cualquiera de los que prepara con jereces. ¿Es o no es de otra época? Sí. Y rematadamente ‘cool’.