La llegada a Farah nos deja una imagen de postal: casi al final de la calle San Francisco y a poquísimos pasos de la Basílica del mismo nombre, este restaurante recibe con su toldo extendido y una terraza con mesas y sillas en color rojo, llamando la atención de quien pasa por este rincón del barrio de La Latina. De ascendencia palestino–siria, Heba Kharouf es la artífice tras el concepto que articula esta oferta gastronómica que hunde profundas sus raíces en el Mediterráneo, bebiendo de distintas culinarias de la región.
En el establecimiento se genera un ambiente acogedor, alineado con su estética: barra de madera oscura y baldosas marrones que conviven con muebles vintage y una iluminación cálida. Con espacio para acoger a un número de comensales reducido, Farah se encuentra repartido entre dos barras –una frente al pase y otra encajada en la gran ventana con vistas a la calle– y la sala, que a su vez se divide en dos. La primera, al entrar, con un banco corrido que organiza la disposición de las mesas, en paralelo a la pared y desde la que se ve el ir y venir a cocina y las barras, y una segunda sala, en la que hay una mesa más amplia y que ofrece más intimidad.
La cocina de Farah tiene alma mediterránea y sus platos resultan sabrosos, reconfortantes, bien equilibrados. En ellos se mezclan referencias y recetarios de Oriente Medio organizados en una carta con tres categorías: principales, acompañamientos y postres. Todas las elaboraciones pensadas para el centro de la mesa, para compartir y untar, tienen base vegetal o de legumbres, por lo que son ideales también para comensales veganos o vegetarianos: la muhammara se elabora con pimiento rojo asado, el baba ganoush con berenjena y el hummus con garbanzos. En este apartado de acompañantes, destaca además su ensalada del Pastor, elaborada con tomate y pepino bañados por un aliño con puntos ácidos y dulces, entre los que se encuentra la melaza de granada, resulta fresca y sabrosa.
Como plato principal, su especialidad es la lubina salvaje, que cocinan con tahini, ajo, alcaparras y su salsa secreta, y que se sirve para un mínimo de dos personas. El fatté de berenjena, que llega emplatado sobre salsa de tomate y acompañado de pedacitos de pan frito crujiente, piñones y perejil y yogur con ajo, es imprescindible si eres de los que rebañan el plato. El kebab de pierna de cordero, servido con pistachos y piñones tostados, llega cubierto de cebolla roja y perejil, y nada tiene que ver con la referencia de kebab a la que estamos acostumbrados. Para beber, consulta sus opciones de vinos por copas.
En un barrio como La Latina, en el que el goteo de clientela puede ser constante, es muy acertada la idea del horario continuado de la cocina que permite que entre servicios de comida y cena (es decir, entre las 16:00 y las 20:00h) pueda pedirse cualquiera de acompañamientos, perfectos para tomar con una copa de vino o una cerveza, a casi cualquier momento del día. También de manera ininterrumpida se sirven sus postres, entre los que es imperdible el knafé con pasta kataifi, queso, pistachos y sirope de azahar, crujiente y no excesivamente dulce y destaca el helado de chocolate negro, que hace buenas migas con el aceite de oliva picual en un bocado cremoso y potente.