[CERRADO] Con este restaurante confirman lo que ya venían apuntando en el sencillo y urbanita Aió. Hace unos años se instalaron en el corazón de Triball y, a pesar de la competencia (incluidos locales de comida italiana, fueran para llevar o no), su propuesta tenía una personalidad y un cariño de los que otros adolecían. Y la gente lo aprecia. Sus menús diarios (muchos de origen sardo) eran una pequeña gozada a un precio de risa. Les fue bien. Tanto que Marcello y Andrea, a los que se unió Davide, doblaron la apuesta en otro barrio igual de carismático y animado.
Llegaron a Chueca con su humildad y su recetario transalpino y se instalaron en un rinconcito que pasa desapercibido, como todos los que esconden una historia personal, los que nos gustan. En el interior, ladrillo visto, mesas altas junto a la barra y un comedor agradable. Fuera, un rótulo: Cucina mediterránea / Pizzeria.
Improvisamos una cena y al salir la noche era menos fría y no importaba tanto la lluvia. Todo en la carta suena apetecible. Será el idioma. Dudamos mucho (os pasará también) antes de escoger sus paccheri dei pazzi (traducción: de locos). Boletus, sobrasada y gorgonzola. Un triunfo del gesto sencillo, del sabor, del equilibrio. Certero como ese plato casero que has hecho mil veces. Y lo bordas, claro. Probamos su pasta y… sí, también pizza. Pero aquí fuimos más conservadores, catenaccio. Una parmiggiana deliciosa, de masa fina, con bordes que tienden a crujir y abundante salsa de tomate. Hay una veintena de caminos entre la margherita y la valtellina.
Obviamente el café está a la altura. Eso no sorprende. Los vinos sí. Tienen varias referencias inconformistas y excepcionalmente su bodega guarda joyas que pocos restaurantes poseen (seguramente ninguno en su rango económico). Y de postre... ¿sois de tiramisú o de pannacotta? Preparan algún otro, claro, pero esa la pregunta importante.
Como la película de Fellini… E la nave va.
*En el mes de septiembre de 2016 se mudan a la calle José Abascal, 8, con un nuevo local y la misma filosofía.
