El esmalte orgánico existe. Lo hace esta firma madrileña, con tienda propia abierta en Chueca, muy cerca de la plaza de las Salesas, “sin sustancias potencialmente perjudiciales para la salud”, de larga fijación y con colores más que apetecibles. Algo así como la revolución 'non toxic and clean beauty' de la cosmética, pero aplicada a las uñas (son porosas y absorben todo lo que les pones encima).
Podemos ir olvidándonos del tolueno, alcanfor, formaldehído, resina de formaldehído, DBP, parabenes y xileno, las siete sustancias tóxicas que han eliminado y sustituido por aceites esenciales y extractos de botánicos. Lo mismo en las bases de manicuras y pedicuras, en los tratamientos para uñas dañadas, quitaesmaltes y hasta en su revolucionario 'dry top coat' (el brochazo final con efecto brillo). Y van más allá, porque no testan en animales, son veganos y no contienen gluten. Todo eso por dentro.
Por fuera, su pantonera es de todo menos monótona. Se nota el origen mexicano de su fundadora, Diana Burillo –“los últimos colores están inspirados en papaya, pitahaya, mamey y otras frutas mexicanas”– y la presencia internacional de la marca. Por eso saben que “fuera son más atrevidos que en España, aquí triunfan los rojos y los tonos naturales”, nos explican.
En cualquier caso, resulta imposible aburrirse, porque ya cuentan con una gama de 43 colores. Y subiendo...
