Papiroga tiene nueva tienda. Han dejado atrás el barrio de La Latina, donde abrieron su primera tienda-taller, para trasladarse hasta las inmediaciones del Retiro, donde han desembarcado con todo su arsenal de buen rollo y cosas bonitas para llevar puestas. Porque Papiroga, además de ser una marca española artesana de complementos hechos en plexiglás (o metacrilato) en Madrid, es la casa de la felicidad.
Solo hay que mirar a Leire y Estefanía, socias fundadoras junto a Daniel -responsable de Marketing y Publicidad- para comprobar que lo que decimos es verdad. Son especialistas en esto de repartir sonrisas y transmitir felicidad invitándonos a hacer un simple gesto: vestirnos con un par de sus maxipendientes o collares de grandes dimensiones. Piezas con mucha personalidad y “con la entidad suficiente como para hacerte sentir especial, diferente”. Es la filosofía con la que nació en 2011 y más de 500 creaciones después siguen igual de arrolladoras.
Su nueva colección se inspira en el ballet Triádico, una obra de la Bauhaus con la que comparten filosofía, movimiento e incluso tonalidad cromática. Están hechas en una a una, y todas cuentan una historia, “son resultado de un proceso creativo meticuloso y hecho a mano” en su taller de Madrid. Quizá por eso sea injusto referirse a ellas como simples complementos, “son piezas con alma”, apunta Daniel. Por su aspecto, sus colores y su tamaño, parecen ser piezas diseñadas solo para mujeres atrevidas, pero no. Solo hay que ser “una mujer que busque algo diferente a lo que ofrecen las marcas más convencionales”.
La elección nos la ponen muy fácil, porque Papiroga “trabaja mucho los colores y las formas para que sean sencillas de combinar” y, en definitiva, “consigan levantar estados de ánimo”. Como su línea de chocolates, una gama de felicidad comestible que han desarrollado junto al maestro chocolatero Jordi Farrés, de Chocolat Factory (de venta exclusiva en la tienda y a través de la web).
Cuando las hemos visitado en su taller, ambas llevaban pendientes en tonos naranjas porque el efecto que provoca ese color “alrededor de la cara es maravilloso, te proporciona luz, te transmite alegría”. Y hemos sido testigos de ello.
