Ángeles, vírgenes y Jesús pintados con maestría, en tonos claros como bajados del cielo para encerrarse para siempre en las pinturas de Antonio María Esquivel, pintor español influenciado por los grandes maestros del Siglo de Oro y enfocado en la pintura religiosa, que durante el periodo romántico volvió a ser un género relevante en Europa.
Tras su restauración, realizada en los últimos años, el Museo del Prado presenta tres importantes obras religiosas de Antonio María Esquivel, La caída de Luzbel, El Salvador y La Virgen María, el niño Jesús y el Espíritu Santo con ángeles en el fondo. Entre ellas solo la primera se había expuesto, durante muy poco tiempo, en el Casón del Buen Retiro. El conjunto permite comprender los principios del estilo de este artista, fundado en buena medida en la pintura barroca andaluza, de la que se consideraba su principal valedor, en oposición a otras tendencias que favorecían el dibujo frente al colorido. Realizadas en su madurez, muestran una formación académica atenta al estudio de la escultura antigua y la precisión anatómica.