El Halloween más terrorífico se celebra en los cines

En el cine británico existe una tradición en el cine de terror que es poco habitual en nuestros días. Incluye una serie de elementos reconocibles, herencia de la Hammer, como salones polvorientos con el papel de las paredes rasgado y profesores chiflados. Estas 'Historias de fantasmas' vienen a satisfacer a los seguidores de un subgénero en peligro de extinción: es un pastiche de cuentos de terror adictivos, orquestado por Jeremy Dyson y Andy Nyman, que primero fue obra de teatro del West End y ahora salta a la gran pantalla sin sacrificar ni una libra de humor macabro. Tres narraciones distintas, enlazadas por un personaje común, el parapiscólogo Phillip Goodman.

Lo que eleva el nuevo 'Halloween' por encima del mero producto mitómano es la transformación de Jamie Lee Curtis, que aquí encarna una Laurie Strode convertida en pistolera alocada, al más puro estilo Sarah Connor. Encontramos una buena razón para rehacer este clásico del slasher, 40 años después de su estreno: la superviviente de las anteriores matanzas ha desarrollado instintos asesinos y espera que llegue el día en que Michael Myers salga del manicomio para llevar a cabo su venganza. Es un magnífico homenaje al original de John Carpenter, a sus ritmos inquietantes y sus pesadillescas.

Panos Cosmatos define la película como una "ópera rock en desintegración". No exagera: sus imágenes son una colección de alucinaciones de tonalidad escarlata, que se mueven con la pesadez del doom metal, y que poseen una similar carga de electricidad. Incluso la estructura narrativa se parece a la de un vinilo que cambia de cara. Una vez desaparece la Mandy del título, asesinada por unos hippies degenerados, el peso de la función recae en su novio, Red (Nicolas Cage), y en su venganza catártica, con momentos de violencia sublime.

Vampírica y abismal, la última película de Carlos Vermut es el contraplano perfecto de 'Persona', un artefacto de una plástica alicatada inquietante como la antecámara de la sala de torturas de 'Magical girl'. Es un pulso infernal entre dos mujeres, cara y cruz de una sola moneda lanzada al aire. Por un lado, una diva cleopátrica, vestida con túnicas de cobre. Por el otro, una mujer que todas las noches la imita en el escenario de un karaoke, como el reflejo esculpido al otro lado de un espejo. Con un ritmo sonámbulo y una cámara fría como la hoja de un cuchillo afilado, cada imagen hace pensar que la boca de Lucifer se está abriendo de par en par.

Hay películas que se te meten en la cabeza, como la buena droga o la peor migraña, y te van taladrando el cerebro hasta que parece que te van a reventar los tímpanos y que los ojos se te van a salir de las órbitas. Así es cómo nos hace sentir el cine de Gaspar Noé, el tipo que le dio la vuelta al mundo en 'Irreversible', que concibió el sexo fantasmal en el porno 3D de 'Love' y que ahora, en 'Clímax', nos somete a una experiencia de piel y carne, un descenso a los infiernos de una noche letal, donde se unen vida y muerte, orgasmo y dolor, nieve y fuego. Verla es como tener una mano de hierro que te coge por el cuello y te ahoga hasta la asfixia.