Vivimos una época en la que, globalmente, se ha puesto en crisis el concepto de verdad. Bulos, fake news, inteligencia artificial generativa… todo eso. Pero la verdad es una cosa huidiza desde que el mundo es mundo y eso el teatro lo ha explotado con creces. Porque el teatro, ya lo dice el tópico, es espejo de la vida, y en la vida, los hombres y las mujeres nos relacionamos dosificando las verdades, disfrazándolas, traicionándolas, manipulándolas, adornándolas o directamente eliminándolas en favor de mil y una formas de mentir. La simulación es una de ellas y es el eje en torno al cual gira la acción de esta comedia, escrita con una estructura clásica, con su unidad de tiempo y lugar y con su trama principal, sus tramas secundarias y sus personajes construidos en base a cuatro trazos bien elegidos para conformar un microuniverso muy reconocible por el público habitual de este tipo de obras.
Ese retrato sociológico que late de fondo es muy interesante
Porque es una de esas obras en la que unas personas “normales”, como cualquiera de nosotros y nosotras, se enfrenta a una serie de peripecias con las que nos podemos identificar más o menos siendo, como somos los que solemos ir al teatro, gente de clase media con un pie siempre en el escalafón inferior. Ese retrato sociológico que late de fondo es muy interesante, personajes de los que están llenas las series televisivas, oficinistas, profesiones liberales, autónomos, gente que se entrega al repetitivo y maquinal día a día hasta que un día peta e intenta suicidarse porque está más solo que la una. Algo así se intuye que puede haberle sucedido al personaje que interpreta Carmen Ruiz y que funciona como disparadero de la acción. Quiso acabar con su vida, no lo consiguió, estuvo dos meses ingresada y sus amigos no fueron a visitarla ni una vez, pero hoy que vuelve a casa le han preparado una cena sorpresa donde van a caer todas las máscaras.
No es una comedia tanto de carcajada como de risa perenne
Este tipo de comedias, con sus obligadas concesiones momentáneas al melodrama e incluso a lo tragicómico, necesitan un ritmo, un tempo, un tic tac preciso que hace que el público enganche desde el primer minuto al último. En este caso, la dirección de Fele Martínez se ha preocupado precisamente de que la cosa vaya como un tiro y no decaiga, aunque hay momentos hilarantes y un poco histriónicos. No es una comedia tanto de carcajada como de risa perenne, y todas las interpretaciones se manejan con solvencia. Tras hora y pico puede pasar que la obra se olvide rápidamente en la cena posterior o que deje un cierto regustillo que nos haga reflexionar sobre por qué la mentira juega un papel tan presente en nuestras relaciones.
Autoría: Estel Solé. Dirección: Fele Martínez. Intérpretes: Carmen Ruiz, Laura Galán, Mónica Regueiro, Jorge Suquet e Iñaki Ardanaz.