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Asesinato y adolescencia

  • Teatro
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  • Crítica de Time Out
Asesinato y adolescencia
Esmerlada Martín Asesinato y adolescencia
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Time Out dice

3 de 5 estrellas

Lucía Juárez se deja la piel y la voz en un intenso retrato de la adolescencia y de las violencias que la acosan, dirigido por Andrés Lima con pulso de thriller

Andrés Lima y Alberto San Juan, amigos y compañeros en mil batallas teatrales, presentan un montaje sobre la adolescencia, un asunto que, mal que nos pese, se ha convertido en un tema de la industria cultural y mediática que está tanto en las crónicas de sucesos como en los debates sociales, casi siempre tratado con mucha condescendencia, sensacionalismo, adultocentrismo y patriarcalismo. Lima y San Juan han decidido vincular este tema con otro, igualmente susceptible de amarillismo: la violencia. No se lo han puesto fácil. En la obra hay poco de la hedonia depresiva en la que viven sumidos los jóvenes como víctimas principales del sistema de plataformas que se dan de hostias por robarles la atención y el alma misma. No, es otro tipo de violencia, más dura, soterrada bajo enormes capas de vergüenza. La violencia de no saber quién eres ni tener quien te escuche. 

El teatro se ha acercado de muy diversas formas a la adolescencia como tema. Wajdi Mouawad consiguió un fascinante retrato en 'Notre Innocence', y en España fueron muy interesantes los acercamientos de La Tristura en 'Future lovers' y Los Bárbaros en 'Mutantes'. En ambos casos eran los propios adolescentes los que ocupaban la escena y la relación entre ficción y realidad era más laxa. Pero más allá de esto, rara vez consigue el teatro conectar realmente con el público adolescente, muchas veces más bien lo espanta. ¿Hay que hacerlo para ellos, cayendo en las ridiculeces típicas de usar músicas urbanas y narrativas fragmentarias de vídeoclip de los ochenta o hacerlo desde un nosotros maduro esperando que ellos sientan que se les habla de igual a igual? Debate eterno. 

Todo genera un ambiente de pesadilla abonado por un personaje masculino mefistofélico inspirado en el vampiro de Düsseldorf

Lima y San Juan, dos hombres en torno a los 60 años, se han metido en un buen jardín. No salen del todo mal parados, pero la controversia está ahí. Formalmente, el montaje remite a narrativas televisivas ultrasensacionalistas, rollo 'Equipo de investigación': imagen de impacto, músicas inquietantes, titulares que prometen lo que nunca llega, una suerte de realidad ficcionada con maneras de 'true crime' y de pronto testimonios reales, mezclando lo teatral, la carne y hueso de los dos intérpretes, con la multipantalla, imágenes, ensoñaciones, texturas proyectadas sobre un muro que también funciona a modo de metáfora, que parece hablar de la distancia insalvable entre el adolescente y el mundo. Todo genera un ambiente de pesadilla abonado por un personaje masculino mefistofélico inspirado en el vampiro de Düsseldorf de Fritz Lang. 

Hacer de la realidad un thriller es una de las estrategias del sistema capitalista para abonar las narrativas del miedo, la seguridad y la venta de alarmas contra los okupas, además de seguir con la típica revictimización en las violencias machistas. El feminismo se está encargando de desactivar esta subalternidad, por suerte. Pero hete aquí que esta obra cae en ese agujero donde además se iguala emocionalmente al supuesto monstruo con la víctima, mujer y joven, como dos almas solitarias que se necesitan mutuamente. Ya sabemos que los maltratadores y asesinos de mujeres no son precisamente monstruos, son hijos sanos del patriarcado. ¿A qué entonces esto, en nombre de un supuesto antagonismo trágico? 

Interpretativamente, Lucía Juárez sale airosa del envite, aunque a veces abuse del grito como recurso dramático, pero carga con un peso que el personaje masculino no asume. No es problema del actor, probablemente, sino de lo que le hayan dicho que haga, por ridículo que resulte a veces. Sea como sea, la obra toma la violencia como recurso para hablar de la adolescencia y termina por quedarse en la superficie de ambas. Pero bueno, está bien que se intente, no hay que afear la iniciativa de Lima y San Juan, por muchos peros que le pongamos. Eso sí, estaría bien saber qué piensan los adolescentes que vayan a verla.

Escrito por
Carlo Ferri

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