Creación: Ron Lalá. Dirección: Yayo Cáceres. Intérpretes: Íñigo Echevarría, Álvaro Tato, Miguel Magdalena, Juan Cañas y Daniel Rovalher.
No hay vacuna ni aspirina que cure la Cervantina. Apuesto lo que sea a que, cuando salgáis de ver la obra, este estribillo os acompañará durante horas… incluso durante días. Y no será lo único que os acompañe. Quizás os haga pensar en lo mal que nos han enseñado a leer a Cervantes, en cuánta diversión y cuánta sabiduría albergan sus obras. Quizás os paséis la cena volviendo a reír con todas esas chanzas, con la abuela de ‘La gitanilla’ o con ‘Rinconete y Cortadillo’ mezclados con alusiones a la política actual y sus corrupciones. Lo han vuelto a hacer. Se han superado a sí mismos como les ha ido ocurriendo espectáculo tras espectáculo. Los Ron Lalá son cada vez mejores, así de simple.
Los cinco actores/músicos de este grupo/compañía que dirige certeramente Yayo Cáceres son capaces de hacer en hora y media un compendio que combina fragmentos de hasta 12 títulos cervantinos, contados y cantados con sorprendente versatilidad. Y lo hacen en coproducción con la Compañía Nacional de Teatro Clásico, a la que no le viene nada mal este soplo de aire fresco. Ron Lalá son un instrumento fabuloso para introducir la literatura clásica a los más jóvenes y, al mismo tiempo, nos hablan a sus coetáneos y a los más mayores y nos dicen: oye, quitémosle solemnidad al asunto, que Cervantes es nuestro gran humanista y su libertad creativa debería ser un faro para todos.
El montaje es una maravilla por donde lo cojas, lo mires desde la interpretación y la dirección o desde el trabajo plástico. Mención especial merece el impresionante vestuario de Tatiana de Sarabia, todo un personaje más en cada escena. En definitiva, es un musical autóctono y peculiar que, si esta gente tuviera apellidos ingleses y mezclara relatos de un tal Shakespeare, estaría en carteleras del West End recibiendo parabienes del mundo entero. Con Ron Lalá y este su ‘Cervantes in love’, sintamos, sin miedo, orgullo sin prejuicio. Y dejémonos inocular por la Cervantina. La vida nos lo agradecerá.