Federico García Lorca no solamente creó un universo eterno en sus obras de teatro, sino que él mismo se ha transformado en una figura tan eterna como sus textos, en una suerte de animal mitólogico que representa la sensibilidad, la rebeldía y la defensa de los débiles. 'Diálogo del amargo' se inscribe dentro de esta corriente, presentándonos, mediante las palabras del poema homónimo contenido en 'Poemas del cante jondo', a una suerte de trasunto del poeta transformado en un ser injustamente perseguido en todos los tiempos.
La estructura es arriesgada: una secuencia compuesta por un monólogo de una mujer distinta, al que le sigue una escena de cinco hombres cuyos roles se reiteran en cada una de las tres ocasiones que se repite la estructura. Los monólogos de ellas (Ana Fernández, María Galiana y Cristina Marcos) se homenajean los unos a los otros en su composición literaria, y parecen casi indistinguibles entre sí, al igual que las palabras de los acosadores/militares/guardias civiles y de la víctima durante la escena. Arriesgada, porque la estructura cíclica es predecible y puede hacer que descienda nuestro nivel de atención. La cantidad de nueva información en cada repetición es demasiado baja como para que se sostenga esta arquitectura.
Por su parte, los actores parecen comprometidos con este experimento formal y se agradece. La segunda escena cambia de código, llevando a los militares a un lugar casi clownesco, y también se agradece. La escenografía, aunque no aporta semánticamente, es hermosa, al igual que unos audiovisuales sobrios; se agradece que se hayan cuidado estos detalles de factura.
El 'fandom' lorquiano no debe perdérselo, porque escuchar a Ana Fernández, María Galiana y Cristina Marcos es un lujo. Para ponerles una velita.
Versión: Manuel Tirado y Francisco Suárez. Dirección: Francisco Suárez. Intérpretes: Jacobo Dicenta, Ana Fernández , María Galiana, Alberto Iglesias, José Antonio Lucia, Cristina Marcos, Damià Plensa y Guillermo Serrano.