Autora: Serena Altair. Director: Davo Marín. Intérpretes: Irene Hernández, Óscar Domínguez, David Teixidó, entre otros.
'Grinder' satisface a su público: por eso entrar en valoraciones técnicas es una tarea que quizá no tenga ganas de emprender este humilde musical. Pero quizá sea necesario, teniendo en cuenta que es una gran propuesta que no acaba de materializarse en todo su potencial.
Los primeros minutos son una promesa estética, con un sensual 'opening' en el pasillo central. Esa elegancia se pierde en cuanto apuestan por recrear, sin filtro alguno, el tono de la app. Y es que el éxito del show es su talón de Aquiles. No, 'Grinder' no es para todos los públicos: es un musical sobre sexo rápido entre hombres, donde la sexualidad y los personajes quedan reducidos a algo simplón (se mencionan de pasada las connotaciones de 'pasivo' o la dificultad para salir del armario) y la comunión se basa en la identidad de grupo, no en la empatía con el público.
Incluso aceptando que la historia no podía ser compleja porque el peso reside en el cabaré, tampoco acaba de funcionar. Abundan la escatología y el insulto en la dramaturgia. Claro que sí, así es Grinder, pero sobre un escenario parece una provocación al decoro pequeñoburgués... y pocas cosas hay más reaccionarias que creerse rebelde por decir "polla". Por otro lado, la maestra de ceremonias dilata innecesariamente sus intervenciones y el ritmo cae, como, según contó a mitad de función, le ha dicho el director. A lo mejor debería hacerle caso.
Con todo, el espectáculo cuenta con magníficos intérpretes, entre los que destacan Alberto Espinosa e Irene Hernández, una dirección que intenta generar imágenes (hermoso el solo con el cartel "Puto maricón") y destellos de ingenio diluidos en un tono deliberadamente petardesco. Una pena que una fabulosa idea como 'Grinder' no cumpla lo que promete: un musical gay para todos los públicos.