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Otelo

  • Teatro
  • 4 de 5 estrellas
  • Crítica de Time Out
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Time Out dice

4 de 5 estrellas

Autor: William Shakespeare. Versión: Yolanda Pallín. Dirección: Eduardo Vasco. Intérpretes: Daniel Albaladejo, Arturo Querejeta, Cristina Adua, Fernando Sendino, Héctor Carballo, Lorena López, Francisco Rojas, José Ramón Iglesias y Ángel Galán

Hace exactamente 410 años que Shakespeare escribió la tragedia doméstica más célebre de la historia del teatro. Siempre ha sido reconocida como el retrato más certero sobre el poder destructor de los celos, ese “monstruo que se engendra a sí mismo”, como dice Emilia, la esposa de Yago, en el texto. Pero vista a la luz de nuestros días, 'Otelo' es menos tragedia doméstica y más reflejo universal de las infamias que alimentan la xenofobia, el machismo y el miedo. El miedo vive en todos nosotros, y hasta nos viene bien a veces, sí, pero en ocasiones sirve de acelerador para los incendios del alma. Otelo, el moro de Venecia, como Macbeth, le abre la jaula al monstruo y este pronto devora su conciencia. Grandes hombres presas de sí mismos.

La versión que presenta la compañía Noviembre Teatro en el Bellas Artes (tras una larga y exitosa gira) está dirigida por Eduardo Vasco de un modo absolutamente convencional, sin fuegos artificiales, al servicio del texto y de los personajes. Se ayuda de un espectacular vestuario diseñado por Lorenzo Caprile y un fondo pictórico en forma de tabla pintada a base de manchas y texturas desdibujadas, donde se intuye un cielo tormentoso o un mar airado. Parece querer simbolizar la tormenta que sacude a Otelo, un ser que ve cómo se desdibuja tanto el reconocimiento que le profesan los soldados que acaudilla en la guerra contra el turco y los nobles venecianos, como su aplomo interior. Ese viaje de la gallardía y el poder hacia el delirio, la ceguera y la violencia lo recorre bien Daniel Albaladejo, bastante bien, aunque su forma de decir el texto suena a ratos un tanto engolada. No desentona con el resto del elenco tampoco. Es la propuesta del director, suponemos, tan válida como respetable.

Todo ese viaje emocional de Otelo viene irremediablemente espoleado por las argucias  de Yago, acaso uno de los personajes más diáfanos, de evidente maldad, que parió Shakespeare. Astuto como un Ulises pasado por la turbina de Ricardo III, Arturo Querejeta lo sirve –nada raro en él- con gran maestría. Desdémona es la víctima, inocente y candorosa, apabullada por el exceso de testosterona puesta en juego en ese ambiente cuartelario que propicia la tragedia. Es, junto a Emilia, la presencia femenina. Cristina Adua convence tanto en la dulzura como en la fragilidad de Desdémona, pero es Lorena López la que eleva a Emilia desde su docilidad inicial hasta el empoderamiento final. Es ella la que habla por todas las mujeres entonando un basta ya enérgico y convincente, que son muchos siglos de sometimiento y silencio. Y esa apuesta por la dignidad y la libertad femeninas es, posiblemente, el mayor acierto de este montaje.

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