Tánata no es solo un taller de artesanía en cerámica puesto en marcha por dos enamoradas de la risa y del buen rollo en Aravaca. En realidad es todo un universo repleto de 'bicharracos' a los que Ana y Natalia dan vida con sus propias manos, para convertirlos en objetos funcionales y muy cotidianos, de esos que no te cansas de ver ni de utilizar a diario. Y todos son de cerámica.
Para dar forma a sus piezas les encanta inspirarse en objetos más propios de la época de la abuela. ¿Alguien se acuerda de los mantequilleros o los exprimidores de mano? Pues son dos de las piezas icónicas, rebautizadas con el nombre de 'tortu', un recipiente para mantequilla con forma de tortuga, o 'expri', el exprimidor manual con aspecto de pelícano. También está la jarra 'pajarra', las tazas 'pajarritos', la tetera 'ratona'... Porque esa es la otra seña de identidad: no solo se trata de objetos prácticos sino que todos tienen alguna reminiscencia animal. Como seres imaginarios, algo mitológicos incluso, pero en cerámica.
Ellas lo hacen todo. Trabajan piezas en serie -hacen ellas mismas los moldes- y después las terminan a mano, una a una, en un proceso que puede durar varios días hasta que le imprimen el color deseado. Y aquí llegamos a la tercera característica de Tánata: el color. Sus piezas son tremendamente coloristas, en tonos mate y brillantes que sobresalen de manera exponencial en otra de sus creaciones más deseadas: las babosas. Aquí han dejado a un lado el aspecto más funcional, porque son meramente decorativas. Igual que las ballenas, una de sus últimas creaciones que, como todo lo que hacen, se pueden encontrar en diferentes tiendas y concept store de Madrid, como El Moderno.
Y solo para que no haya dudas: lo que hace Tánata no es DIY, "lo que hacemos es artesanía de verdad", afirma Ana, y con mayúsculas. Por eso otros reconocidos artistas cuentan con ellas para poner en marcha sus proyectos, como Andrés Gallardo, sin ir más lejos, que recurrió a Tánata para fabricar las primeras piezas que comenzaron a producir en serie de su elefante roto. Y el resto ya es otra historia.
