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Casa Montserrat
© Irene FernándezCasa Montserrat

Modernismo en los vestíbulos de Barcelona

13 edificios del Eixample que esconden en su interior los sueños hechos arte de los arquitectos modernistas

Escrito por
Begoña García Carteron
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Paseando por las calles del Eixample no es difícil descubrir fachadas con formas dinámicas y asimétricas, coronaciones majestuosas y decoraciones fantasiosas esculpidas en piedra, cerámica y hierro forjado. Enmarcan portales que dan paso a un universo interior a menudo todavía más fantasioso y sorprendente: vestíbulos comunitarios que se abren como la antesala de los pisos de los propietarios y que demuestran la riqueza y el gusto de las familias que los encargaron. Son espacios no siempre fáciles de visitar, porque la mayoría son particulares, y meter la cabeza es todo un reto que, si se supera, tiene premio.

© Irene Fernandez

Ascensores y cabinas

Para empezar adentrándose hasta el final hay que ir a la avenida de la Diagonal, 423. Allí, una puerta de vecinos de hierro forjado invita a descubrir lo que parece el interior de un cuerpo vivo. Es la Casa Sayrach, construida por Manuel Sayrach en 1918 y con un vestíbulo con columnas, plafones y arcos esculpidos con formas orgánicas fantasiosas que simulas huesos. Da paso a un elegante ascensor, con caja de hierro forjado que se funde con la baranda de filigrana de la escalera.

Este mismo arquitecto, Manel Sayrach, regaló a su mujer un edificio situado bastante cerca, en la calle de Enric Granados, 153-155, la Casa Montserrat, donde las formas sinuosas y onduladas también toman el protagonismo. El vestíbulo, en color crema, está completamente esculpido con formas marinas que evocan corales y cuevas con estalactitas y estalagmitas. Y bajo una arcada, dos sillas con asiento con forma de chapa de botella invitan a esperar sentado el ascensor.

Puestos a esperar el ascensor, uno de los más antiguos y espectaculares se encuentra en la Casa Francesc Farreras, en el 284 de la calle de Mallorca. Está dentro de un patio interior, cerca de la portería y de una gran escalera, y más que un ascensor parece una escultura. Fue diseñado en 1913 por el arquitecto Josep Maria Jujol, discípulo de Gaudí, con un enrejado de hierro forjado y una caja interior con marquesina de madera ondulada.

En la misma calle de Mallorca hay tres casas seguidas, edificadas entre 1901 y 1909 y conocidas como Cases Jeroni F. Granell por el nombre de su arquitecto. Son muy parecidas por fuera y por dentro, pero solo una de ellas, la del número 188, conserva una joya que la hace diferente a cualquier otra cosa. Se trata de una cabina de teléfono instalada en el vestíbulo, una de las más antiguas que se conserva en la ciudad, de madera y con un cristal en el cual se ve grabado el número, el 3531, uno de los primeros que tuvo la ciudad. Además, hay un arrimadero de cerámica vidriada y vitrales con escudos.

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Irene Fernandez

Castillos y dragones

El modernismo también rindió culto al arte medieval, que inspiró algunos edificios. La Casa Sebastià Pratjusà, en la rambla de Catalunya, 25, aunque tiene una fachada más bien clásica, se abre con un vestíbulo con una gran puerta enrejada que da acceso a un patio de inspiración medieval. Está cubierto por una gran claraboya y presidido por la escalinata de acceso a los pisos. Y la puerta enrejada del ascensor está enmarcada por una decoración escultórica en piedra que recuerda la entrada majestuosa del salón de un castillo, con figuras de dragones esculpidas en el dintel.

Si sois cazadores de dragones, encontraréis uno impresionante en la calle de Provença, 185. Una gran puerta abierta entre molduras de formas vegetales, que recuerdan un árbol, augura que detrás se esconde un jardín mitológico. Es la entrada de la Casa Antoni Segarra, proyectada por Josep Masdeu i Puigdemasa entre 1904 y 1907, que da paso a un espacio de techo ondulado y decoración floral con dos faroles de hierro forjado y vitrales policromados a lado y lado. Al fondo, cerca de un impresionante ascensor, se abre la escalera de vecinos. Y esculpido en la barandilla, como si fuera el vigilante del jardín de las Hespérides, un dragón feroz de hierro forjado se enfrenta a quien se atreve a acercase.

No es el único dragón en forja que se puede encontrar en los interiores de las casas modernistas: hay algunas que tienen incluso en las mirillas de las puertas de los pisos. Es el caso de la Casa Agustí Anglora, en la calle de Roger de Llúria, 74, que además tiene un elegante doble vestíbulo forrado de cerámica y con decoración floral.

También se pueden encontrar reptiles de otros tipos. En la calle de la Diputació, 183-185, la Casa Gabriel Aixelà tiene una entrada ricamente decorada, con arrimaderos, esgrafiados y una puerta interior con vitrales que da paso al vestíbulo. La escalera trepa por un patio interior, con un primer rellano donde descansar, donde se alza un farol de pie realizado en hierro forjado para iluminar el espacio por la noche. Y al lado, una simpática lagartija trepa por un jarrón de cerámica.

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Escenografías y vitrales

Casi todos los vestíbulos de edificios modernistas parecen escenografías, pero hay algunos que se llevan la palma. La Casa Pere Salisachs, en Roger de Llúria, 72, tiene un vestíbulo con mosaicos de estilo romano hechos por el ceramista y escenógrafo Lluís Bru, y con un techo pintado al fresco donde aparecen tres figuras alegóricas de las artes plásticas: Arquitectura, Escultura y Pintura. La luz entra creando sombras de colores desde los tres vitrales emplomados y con decoración floral de la escalera de fondo, añadiendo más magia al escenario.

Los vitrales son los protagonistas absolutos de la entrada en la Casa Joan Palmerola, en la calle de Casp, 45. Están en las puertas interiores del primer vestíbulo, definiendo flores de un rojo intenso y con tallos largos de hojas verdes. Y estallan en colores en la impresionante claraboya que está en el otro lado, cubriendo el patio interior, realizada con vitrales emplomados y decorada con motivos florales y formas geométricas. La luz que se filtra parece irreal y dan ganas de quedarse un buen rato contemplando este cielo mágico.

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© Irene Fernandez

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