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Collage con una conocida forzuda española
Amaya Lalanda

Madrid oculto: Nuestras wonder women

Escrito por
Servando Rocha
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"La afición del público madrileño por las luchas grecorromanas ha sido causa de que las empresas las hayan implantado en los salones de varietés", informaba El Eco Artístico en febrero de 1915. En Madrid, un ejército de cantantes y luchadoras inundaba cabarets y garitos de todo tipo, como las famosas Hermanas Gaditanas, inventoras de la "lucha grecorromana feminista". Todo sucedía a medio camino entre el espectáculo burlesque y los palos y jiu-jitsu de las sufragistas inglesas. Amparito, que lideraba el dúo, se retorcía, hacía muecas y retaba a algún valiente que se atreviera a alzar la voz. Las algaradas eran constantes, pero las Gaditanas dominaban el terreno. No eran las únicas: Regia Soler, Flora Viana y Estrella Soler, entre muchas otras, cada noche alcanzaban la gloria en cuadriláteros improvisados, en peleas con mujeres árbitros y con el público enloquecido.

Mientras tanto, a imitación de la por entonces popular lucha grecorromana masculina, numerosas mujeres formaron clubes donde eran entrenadas por los mejores deportistas, ya retirados, que les enseñaban toda clase de llaves y mostraban los secretos del combate feroz, ese que llegaba incluso hasta legendarios cabarets como el parisino Moulin Rouge, que solía programar combates antes de los shows nocturnos, las danzas apachescas, las contorsiones y el delirio. Intentaban derrotar a su rival con llaves y proyecciones utilizando solo la parte superior del cuerpo. Ambas, como si fuesen superheroínas del cómic, vestían un maillot de una sola pieza, rojo o azul, y botas que rodeaban los tobillos pero sin tacón ni objetos metálicos, que estaban totalmente prohibidos.

Forzudas y luchadoras se hicieron fuertes en el Circo Price. Buratti, en su día campeón de Italia, entrenaba a un grupo de chicas gallegas a las que enseñaba todos los trucos, agarres y llaves. Fueron la antesala para la genialidad hecha mujer, cuando ese mismo Price vio desfilar a mujeres portento que parecían depositarias de extraños poderes, como la Mujer del Hierro (en realidad Angelita Villa, alias Linda Baker): con una cuerda, sujetada con los dientes, tiraba de pesados camiones, rompía gruesas maderas a dentelladas o se hacía collares con metales que torcía a su antojo. Nada se le resistía a aquella "colosal atleta que doblega la fuerza de dos caballos" hermanada con Virginia Moreno, la Sansona del siglo XX, que llegó a grabar un single rumbero para el mítico sello Belter. En su portada la mutación se había completado: posa sonriente con vestido negro de lentejuelas y capa roja. Toda una Wonder Woman.

Si te perdiste el artículo anterior... La ciudad de los espías

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