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Un poyo rojo

  • Teatro
  • 5 de 5 estrellas
  • Crítica de Time Out
Un poyo rojo
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Time Out dice

5 de 5 estrellas

Hay que correr a ver esta maravilla en los Teatros del Canal. En pocas ocasiones se tiene la oportunidad de ver teatro físico de tan altísimo nivel, divertido, provocativo y con una factura impecable.

Porque 'Un poyo rojo' es un espectáculo redondo. Todos los que sabemos lo que implica el trabajo de un actor físico, cuando vimos el famoso vídeo de 'El pollito pío', supimos inmediatamente que eso solo podía haberlo hecho un actor con mucho entrenamiento y una aptitud excepcional. Luciano Rosso demuestra a lo largo de la obra que es un clown-bailarín perfecto: tiene carisma y formación, dos armas letales para el público, que está deseando que haga cualquier cosa, lo que sea, pero que haga, que se muestre una y mil veces. Por eso es muy difícil el papel que le ha tocado a Alfonso Barón: dar la réplica energética a alguien tan potente como Rosso. Barón es también excepcional, y sin él Rosso no podría brillar como lo hace. Delicada combinación la de ambos, que se entregan sin cuartel durante 75 minutos a esta exploración de las relaciones entre dos hombres en las taquillas de un gimnasio.

Quizá lo más sorprendente del espectáculo es que hubiera miembros del público que se levantaran a mitad del mismo, teniendo en cuenta que lo más 'hot' que llegó a verse fue un beso entre ambos intérpretes (estilizadísimo, eso sí) y que estamos en la casa que acogió el 'fistfucking' de 'Monte Olimpo', que a escena de sexo explícito no tiene rival. En fin... Para aquellos cuyo paladar tolere acciones tan cotidianas como un beso homosexual en una obra de teatro, 'Un poyo rojo' es imprescindible. Posiblemente para los que no lo toleren lo sea aún más, pero eso es otro tema.

Escrito por
Pilar G. Almansa

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