David y Mario Villalón (antes en El Padre, para más señas) tiran de lo que mejor saben hacer. Poner en manos de todos los que se acerquen una bodega inconmensurable - la cultura vinícola tiene aquí buen asiento y mejores valedores- y preparar buenos cócteles. En cocina, que tampoco son nuevos, tiran de un recetario tradicional para ponerlo al día y de muchos proveedores que conocen bien (tanto que traen mucho producto de su huerta familiar ecológica).
La primera planta –mesas bajo reserva y una barra de horario ininterrumpido- es un templo del vino (aplaudirán los que tengan querencia por los Borgoña). Fuerte presencia de vinos madrileños (guiño de la casa a la región de acogida), muchas DO nacionales e internacionales (Francia y Portugal se imponen) hasta completar cerca de 500 referencias. Un local amplísimo, de enorme cristalera y dos espacios diferenciados. El “wine bar” y un sótano para entregase a la coctelería (con varias creaciones propias), que reina en la calle.