Tardaríamos más de lo que dura beberse un daiquiri en contar todos los bares del mundo que se llaman Hemingway. Todos parten del mismo razonamiento simple: inspirarse en su atlética condición de bebedor. Haya frecuentado el bar o no. Este del barrio de Huertas no lo llegó a conocer el escritor de Illinois, lleva abierto desde septiembre de 2024, pero les sonará a aquellos que sí han visitado el de Barcelona.
Luca Izzo, un italiano de Lago de Como, lleva más de veinte años instalado en la Ciudad Condal. Veterano de la escena barcelonesa, montó algunos bares de cócteles antes de ese Hemingway que todavía opera en la calle Muntaner. Para saltar a Madrid debía encontrar un local pequeño pero bien ubicado. Y dio con él en una antigua cafetería de la plaza de Matute. El Hemingway Madrid de Luca no pasa de los 30 metros cuadrados, abre todos los días y, aunque ha tenido que sufrir andamios y obras en la calle, representa ya una alternativa fiable al garito caza guiris que sigue anclado en la cultura del chupito a 2x1. Si bien no puede aspirar a las pretensiones de otras coctelerías top de la zona, se anima en cuanto el sol se pone con público madrileño y turista. Precisamente es su clientela extranjera la que incluso en verano, en lugar de quedarse en la terraza, prefiere entrar para cotillear el botellero y conversar con el barman, que puede ser Jorge Narváez u otro compañero de barra.
La estrechez del bar se resuelve con una decena de taburetes apostados en el mostrador de piedra, una contrabarra mínima que da para dejar la copa, y poco más. Las paredes se reservan a la biografía gráfica del titán barbudo, siempre en pose fotogénica. Y a mensajes tipo: “Escribe borracho, corrige sobrio” o “Bebe como un premio Nobel”. Esas cosas típicas de un bar Hemingway al que se viene, por encima de todo, a beber. Tienen para picar algunos bocados que van con los tragos, como jamón de bellota, anchoas 0 del Cantábrico, mojama de atún, pecorino de trufa o, por 15 euros, unas gildas emparejadas al negroni y al boulevardier. Todo es abrir y servir, la cocina no da para otros alardes.
Solo tienen cerveza Asahi y además según el momento prefieren no sacarla ya que es un mero complemento del bar. Tampoco hay vino, solo champán que sirven como last call al final de la noche. Recomiendan una selección de gintónics con su perfect serve correspondiente. Y el servicio es idéntico dentro que en las tres mesas de fuera.
Si antes del covid Luca había ideado para el bar de Barcelona una carta de cócteles más apegada a la vida del protagonista, después se vio obligado a simplificar concepto e ingredientes. En cualquier caso, aquí nos brinda casi 20 cócteles que elegimos a través de código QR con sus fotos correspondientes. Incluye algunos clásicos pero la vista se va a las creaciones de la casa debido a sus presentaciones de fantasía imaginadas por el propio Luca. “Rest in mezcal”, que lleva mezcal, tintura casera de ajo negro, cacao blanco y licor Amer Pico, se sirve en un cáliz. Es una combinación que busca salir de lo convencional y, por cierto, gusta entre las mujeres. Si “Take a bath”, con ginebra, pimienta rosa, melón, mango, clara de huevo y bitter herbal, llega en una bañera, el floral “The Old Man and the Sea”, con la misma ginebra y también clara de huevo, vermut dulce, jazmín, tintura de pepino y soda de frambuesa, hace lo propio en una ostra. Si el cítrico “Chilcano” aparece insertado en un madero, “Nikon”, que podría recordar a un pornstar martini, utiliza un vaso con forma de objetivo fotográfico.
Los clásicos se conciben más discretos, aunque el espresso martini, uno de los más vendidos y con un punto de avellana, se vale de una pipa. El penicillin, otro hit, lleva agave en lugar de miel y una combinación de whiskys que no se ciñe a lo canónico. Tampoco el old fashioned con Dewar’s y un toque ahumado por el que el bar apuesta mucho. El negroni, por ejemplo, lo dejan en una pequeña barrica lavada con mezcal, y añaden oloroso como cuarto ingrediente. No podía faltar en un Hemingway el daiquiri, en este caso más cítrico y esponjoso de lo habitual. Lo sacan por 11 euros, mientras que el resto oscila entre los 12 y los 18. El precio puede variar en función del destilado que a uno se le encapriche. Porque las botellas especiales son uno de los alicientes que hace especial al Hemingway. La ginebra vietnamita Baigur, perfecta para un gintónic, la tailandesa Saneha, la italiana Gil, que es ahumada, una india añejada en brandy, alguna estilo Old Tom… Y unos cuantos whiskys para iniciados.