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Parque Bar Botánico

  • Bares y pubs
  • 3 de 5 estrellas
  • Crítica de Time Out
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Time Out dice

3 de 5 estrellas

Hay sitios a los que cuesta definir como restaurante o como bar. ¿Un restaurante donde se bebe o un bar donde se come? Esta frontera difusa podría ser el caso de Parque Bar Botánico si no fuera porque Alan, su voz más autorizada, lo deja claro: “Somos un cóctel bar con cocina”. De acuerdo, es cosa de comprobarlo. 

La historia de este proyecto en realidad nace en Argentina cuando un grupo de amigos aficionados a viajar por el mundo deciden pasar a ser también un grupo gastronómico. Tras haber recorrido un buen puñado de parques naturales, su principal fuente de inspiración viajera, montaron en el barrio de Palermo Soho, Buenos Aires, un primer Parque Bar Botánico. Fue en 2017 y les fue bien. Con la idea de expandir la marca, la siguiente ciudad tenía que ser Madrid. 

A pocos metros de la calle Orense, la propuesta es más o menos la misma: un envoltorio vegetal (que no de verdad) donde ofrecer una sencilla cocina mediterránea con guiños porteños y, sobre todo, una carta de cócteles de autor (10-18 euros) definidos en principio por esos paisajes naturales que tanto les han marcado. Aunque Alan Parrilli, el bar manager de este Parque Bar y uno de los socios del grupo, ha añadido a la lista una selección de clásicos -y de clásicos modernos-, además de un puñado de tragos de aperitivo. Y eso nos gusta. 

Estamos por tanto ante un lugar versátil dividido en dos plantas, con una generosa barra en la parte inferior, y con una terraza exterior de horario ininterrumpido para facilitar todavía más la copa afterwork. Y es que en poco tiempo Parque Bar Botánico se ha consolidado como una opción casi única en el barrio para agarrarse al ritual de un negroni o de un dry martini. No es más que una de las alternativas garantizadas de esta, digamos, coctelería de look selvático, pues el gancho comercial no deja de ser la simbiosis entre los platos multiculturales del joven chef Manuel Porillo y los diez cócteles refrescantes y de presentación fantasiosa del propio Alan, quien ya consiguiera algunos premios para el bar de Argentina.

Con la comida, la mezcla también es la constante. Gildas, ensaladilla de pulpo, papelón de jamón ibérico, tartar de salchichón, ceviches y ensaladas en la parte de fríos; croquetas de cabrales e higos, empanada de chorizo criollo, o brioches de calamar y de vitello en la parte caliente; y ya en el paso obligado por parrilla atención al pulpo a la brasa, el solomillo de atún estilo barbateño, con tomate y huevo, o la smash burger con queso americano, beicon y pepinillo encurtido. Una prueba de toque es la típica tira de asado cocinada a baja temperatura durante 18 horas, lacada con una reducción de su jugo, soja y miel, acompañada de chimichurri y patatas fritas. No está mal para una coctelería. Teniendo en cuenta además la atención que muestran por el producto, con distribuidores como Norteños u O’Percebeiro. También sacan tres postres: un rico y muy argentino panqueque de dulce de leche, con melaza de PX, chai y nuez pecana garrapiñada, una tarta de queso azul, y la pavlova, merengue con coulis de maracuyá y fruta de temporada. De nuevo, recordemos que tampoco es muy corriente que un bar de cócteles tenga menú del día (mediodías de martes a viernes por 15 euros), ventaja añadida en una zona netamente de oficina. 

Ahora, los cócteles, el jugo de este establecimiento con tanto verde en su interior. Acorde con esta decoración, los tragos pivotan sobre la ya mencionada premisa viajera, en nombre, contenido y continente. Parque Tayrona (Colombia) mezcla rones con dulce de coco, fruta de la pasión y oleo saccharum de plátano verde. Arevik (Armenia) añade a una base de ginebra algo de té verde, mango, caléndula y soda. Kinabalu (Malasia) lleva pisco, lychee, pera y sidra, todo muy trendy. Jurassic Park (inspirado en la isla de Kauai, Hawai), sale muy refrescante a pesar de acumular vodka, pisco, Aperol y jerez, y se presenta en una especie de cráneo de dinosaurio. Shiretoko (Japón), con sake, vino torrontés, pepino y alga nori, está pensado para compartir tipo ceremonia del té. Loch Lomond (Escocia) combina scotch con mezcal macerado en panal, limón clarificado y cordial de eneldo. Y Sierra Nevada (España) se atreve con un fat washing (técnica para extraer aromas de una grasa sobre un destilado) de setas, puerros y oliva en ginebra, más Campari, vermut y filamentos de pimientos. 

Si no se busca tanto el efecto wow y sí beber más reconocible ahí está el apartado dedicado a clásicos como el Penicillin, el Naked and Famous, el Tommy’s Margarita, el Basil Smash o el Pornstar Martini, poco habituales incluso en buenos bares y del todo pertinentes en este Parque Bar. También mojito, expresso martini o paloma, mucho más solicitados y, por lo tanto, ya genéricos. El extra que Alan incluye al final del menú es algo que también valoramos: la ‘línea de tiempo’ del Negroni, un didáctico recorrido histórico por la evolución del rey de los cócteles, desde el nacimiento del Mito (partes iguales de Campari de Milán y vermut de Torino) en 1860 a la creación del Sbagliato (vino espumoso en lugar de ginebra) en 1972, pasando por el Americano, el Old Pal, el Boulevardier y, claro, la susodicha piedra angular de la coctelería, su majestad el Negroni. 

Escrito por
Miguel Ángel Palomo

Detalles

Dirección
Basílica, 17
Madrid
28020
Transporte
Nuevos Ministerios (M: L6, L8, L10)
Horas de apertura
Do.Ma.Mi 13:00 a 00:30 Ju.Vi.Sa. 13:00 a 02:00
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