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Emma Suárez
©Alfredo Arias

Emma Suárez: "La sociedad nos exige el éxito a las mujeres"

Hablamos con la actriz por su papel protagonista en ‘Invisibles’, el alegato feminista de Gracia Querejeta

Escrito por
Josep Lambies
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Persiguió la ardilla roja de Medem, se puso las enaguas de la Condesa de Belflor en 'El perro del hortelano' y escribió la historia de una mujer rota en 'Julieta' de Almodóvar. Emma Suárez ha tocado el alma de cada uno de sus personajes como los dedos que buscan las cuerdas del arpa. Ahora la veremos en 'Invisibles', de Gracia Querejeta.

El título de la película, Invisibles, hace referencia a tres mujeres que pasan de los 50. ¿Crees que son personajes infrarrepresentados en el cine?
Es una historia muy bella porque habla de antiheroínas, de un perfil de mujer que rara vez es protagonista. Son tres amigas que se encuentran una vez a la semana para dar un paseo por el parque. Es una película sobre la amistad, aunque nos habla de una amistad incómoda, en la que unas veces dicen lo que piensan y otras mienten, manipulan el relato para que su vida se parezca a aquello que les gustaría que hubiera sucedido.

Tú haces de Elsa, una mujer de éxito, seductora, ambiciosa en su trabajo. ¿De qué manera cuestionáis el modelo de la 'superwoman', que durante décadas nos han vendido como la única cara del feminismo?
Sin duda el personaje representa la exigencia que tenemos las mujeres de ser perfectas en todos los ámbitos. La sociedad nos exige el éxito. 'Invisibles' habla de ese momento en la vida en el que te das cuenta de que tu escalada profesional no significa que tengas una vida plena. Lo que te habían prometido no tiene que ver con cómo te sientes.

Una de las amigas es Nathalie Poza, con quien trabajaste en 70 binladens, el relato de un atraco protagonizado por dos mujeres. ¿Debemos empezar a feminizar los géneros que por tradición han sido de hombres?
Una de las cosas que me atrajo de 70 binladens fue precisamente participar en una película de género, tan diferente de los proyectos que me proponen normalmente. Era un territorio que me generaba muchas dudas, que no me era fácil. Era un personaje complejo, que oculta lo que le pasa, muy cerebral. El hecho de ser dos mujeres antagónicas lo hizo muy estimulante.

Hemos quedado que Invisibles es una historia sobre la amistad. En abril te veremos en Una ventana al mar, donde también aparece un trío de amigas.
Sí, tres amigas que deciden irse de viaje a la isla de Nisyros, en Grecia. La película también es un viaje personal, sobre cómo afrontar una enfermedad y cómo esa enfermedad te puede ayudar a descubrirte a ti mismo y a encontrar tu libertad.

¿Cómo se encuentra esa libertad?
En una situación límite, la vida te obliga a pensar en el significado de tu existencia. Cuando llegas a una cierta edad, te ocurren cosas que te hacen luchar contra ti misma. Buscar el silencio, escucharte. Hay momentos que son de confusión. A veces lo que tienes que hacer es abrazar la vulnerabilidad, tu propia fragilidad.

Has dicho la palabra mágica. Silencio. Así tenía que llamarse Julieta. Almodóvar cambió el título porque iba a coincidir con el estreno de Silencio de Martin Scorsese.
Para interpretar a Julieta leí un libro muy interesante de Joan Didion que se llama El año del pensamiento mágico, que es la historia personal de la escritora, que relata el duelo que vivió durante la enfermedad de su pareja. Ese libro me lo recomendó Pedro y me ayudó muchísimo a comprender cómo afrontamos una pérdida. Julieta es una mujer que se engancha a la ausencia. Eso es muy interesante.

La noche que te dieron el Goya a la Mejor actriz por 'Julieta' también te dieron el Goya a la Mejor actriz de reparto por 'La próxima piel'. Me acuerdo muy bien de la cara que pusiste al recogerlo.
Rodé 'La próxima piel' justo después de mi primer encuentro con Pedro en San Sebastián. Hacía diez años que buscábamos financiación con Isaki para hacer la peli, imagínate. Llegamos a los Pirineos, a la estación de Formigal, la última semana de octubre. Eran las once de la noche. Entramos en el hotel, un espacio enorme, y fue como si nos metiéramos en 'El resplandor de Kubrick'. Toda la experiencia fue fascinante.

El duelo interpretativo con Àlex Monner era una bestialidad. ¿Cómo lo trabajasteis?
Àlex es un actor muy grande. Yo le miraba y sus ojos ya me lo daban todo. Supongo que era recíproco. Una cosa curiosa te voy a contar. Àlex y yo nos habíamos conocido años antes en Héroes, de Pau Freixas. Yo hacía una colaboración pequeña, justo el último día de rodaje. Ahí estaban todos los chicos de la banda, despidiéndose, abrazándose, firmándose latas de películas. Àlex estaba conmovido. Me fijé en él por eso. Me acerqué y le dije que no se preocupara, que yo también había empezado en esto con 15 años, fruto de la casualidad. Quería transmitirle que uno nunca sabe, que la vida te sorprende. También le dije que igual volvíamos a coincidir en una película y que me encantaría hacer de su madre. ¿Ves como sí se dan coincidencias mágicas en el cine?

Recuérdame cómo fue esa casualidad.
Un día mi padre estaba leyendo el periódico y vio el anuncio de un casting. Vengo de una familia numerosa y mis padres eran los típicos que creen que sus hijos son maravillosos. Yo había aparecido en un anuncio de televisión, siendo muy niña, con un hermano mío. Fui al casting, pasé la prueba y me vi haciendo Memorias de Leticia Valle. Yo era joven y todavía no sabía qué hacer con mi vida. Supongo que en otras circunstancias habría estudiado Periodismo o Filosofía y Letras, algo que me permitiera indagar en el significado del ser humano.

¿Te lo ha dado la interpretación?
Bucear en un personaje, en sus motivaciones y reacciones, es una exploración intensa.

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