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Jonás Trueba
©Alfredo Arias

Jonás Trueba: "Nuestras películas tienen algo que las eleva por encima de la realidad"

El cineasta nos saca a bailar en ‘La virgen de agosto’, una película rodada durante las verbenas de Madrid

Escrito por
Josep Lambies
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Hay quien piensa que Madrid en agosto es un lugar desapacible, que la ciudad se afea, que lo mejor es huir. Y entonces, cuando todo el mundo se ha marchado, empiezan a ocurrir las cosas más sorprendentes. El año pasado, más o menos por estas fechas, Jonás Trueba estuvo rodando 'La virgen de agosto' entre las calles de Lavapiés y Las Vistillas, en el tiempo que va de las fiestas de San Cayetano a la Virgen de la Paloma. Quería atrapar esa otra magia que aparece cuando las expectativas caen en picado.

¿Cómo definirías ese verano urbano y desidealizado que vemos en la película?
No buscábamos retratar la idea bucólica del verano que asociamos con el hedonismo, con una ligereza sin más. La apuesta de la película era pensar en el verano como un tiempo de profundizar en el ser, en lo íntimo. Ahí se mezclan muchas cosas, como esa deriva del paso de los días y las noches, en la que parece que nos abrimos a otra dimensión.

La película se rodó en Madrid, en agosto de 2018. ¿Qué crees que te dio la ciudad?
Yo vivo en Madrid, es una ciudad que me gusta y me sorprende, y en mis películas siempre intento capturar algo de los sentimientos que me despierta. Creo que en agosto Madrid se transforma, es distinta al resto del año, entra como en un estado de excepción. El marco de las verbenas era muy atrayente, aunque yo las quería como una especie de fondo, de desenfoque. Me parecía sugerente filmar conversaciones pequeñas dentro del caos.

Yo mismo te vi un par de veces el año pasado, rodando en la calle Argumosa. ¿La película surge entre el alboroto del gentío?
Antes de empezar eso nos daba terror. Nos sorprendió ver que la gente se iba acostumbrando a nosotros y pasábamos desapercibidos. Tuvimos al Ayuntamiento de nuestro lado. Nos dieron un permiso muy particular, que no era de rodaje, sino de feriantes, cosa que nos permitía mover la cámara con libertad de un lugar al otro como si fuera una caseta de feria con ruedas.

Me parece hasta poético. No olvidemos que el cine nació como una atracción de barraca.
Total. Cada vez pienso más en el cine de los orígenes, en los Lumière, en esa idea de la película como el registro de un momento. Tú ves uno de los cortos de los Lumière y te sientes transportado a su época. Creo que 'La virgen de agosto' quiere captar el ritmo de un lugar. Dentro de unos años la gente la verá y sabrá cómo era Madrid en nuestros tiempos. Es un trabajo de patrimonio histórico.

Esta es la historia de una chica que se queda en Madrid en verano como un acto de fe. ¿En qué sentido se trata de un acto de fe?
No quiero que esto suene pedante, pero yo vivo el cine como una cuestión de fe. Pienso que el cine está en crisis, que lo ha estado siempre, pero ahora está viviendo una crisis final, que tiene que ver con los espectadores. Cada vez somos más escépticos, más cínicos. Nosotros hacemos películas naturalistas, pero siempre tienen algo inverosímil que las eleva un poco sobre la realidad. Muchos de los cineastas que me gustan, como Rohmer y Dreyer, creían en la posibilidad de obrar un milagro dentro de cada película.

La protagonista se llama Eva. En torno a ella se habla de la maternidad, del útero, de congelar óvulos, del embarazo...
Esos temas estaban en el aire y la película se fue llenando de ellos. Una de las primeras secuencias ocurre en el Museo Arqueológico. Yo quería filmar a Itsaso Arana delante de la Dama de Elche. El director del museo me contó que justo al lado había una dama ibérica a la que nadie hacía ni caso y que a él le parecía mucho más preciosa. La filmamos. Esa dama tiene un cuenco entre las manos, que simboliza la fertilidad. Sin que lo supiéramos, todo estaba ahí desde el principio.

Una noche, Eva conoce a dos chicos que la llevan a un sótano clandestino donde cantan canciones de las Brigadas Internacionales. ¿Cómo llegan esas canciones a la película?
A través del actor, Joe Manjón. Yo trabajo con actores que me inspiran para poder vampirizarles. Joe es un actor galés maravilloso que lleva viviendo en Lavapiés muchos años. Canta, da conciertos en los parques. Tiene un gran repertorio de canciones de los brigadistas. Algunas se cantaban en los dos bandos, con letras distintas, con significados opuestos, y sin embargo hay algo melódico que perdura. Me gusta esa memoria popular.

La música tiene un papel importante en tu cine desde 'Todas las canciones hablan de mí'.
Detrás de cada película hay una canción que he escuchado y me ha puesto sobre la pista. Es como si adaptara esa canción al cine. 'Los exiliados románticos' es una adaptación de 'Oda al amor efímero' de Tulsa como 'Los ilusos' es una adaptación de 'Cabalgar' de El Hijo. En este caso diría, con muchas comillas, que la película surge de 'Todavía', de Soleá Morente, que es una letra de La Bien Querida.

De hecho, aparece Soleá cantándola en un escenario en Las Vistillas.
Íbamos a recrear el concierto de Soleá como si tocara en las verbenas. Estábamos tramitando un permiso para filmarla en un escenario a deshora. Entonces salió el programa y resultó que ella actuaba, así que pudimos grabar el concierto en documental. Existen estos azares bonitos cuando haces una película.

Hay actores que van reapareciendo en tus pelis, como Isabelle Stoffel y Francisco Carril.
La idea más fuerte que tenemos es ese sentimiento de grupo. Este es el concepto de Los Ilusos, nuestra productora, que nació con la película 'Los ilusos' y ha ido mucho más allá. Yo pienso en el cine como algo familiar. A la vez soy individualista. Es como Bruce Springsteen y la E Street Band. Siempre podrás asociarle con esos músicos que le siguen, pero él firma con toda su identidad. Si lees su biografía lo explica muy bien.

¿Sois como una panda de amigos?
Soy un privilegiado por tener a esta gente cerca, dispuesta a hacer películas cada vez con menos certidumbres y convencida de una filosofía de trabajo que hemos ido inventando con humildad, a nuestra manera.

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