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Luis Tosar
©Alfredo Arias

Luis Tosar: "Un crucero es un mundo aparte, regido por sus propias leyes"

El actor nos habla de ‘Yucatán’, una comedia de Daniel Monzón rodada a bordo de un crucero transatlántico, donde interpreta a un estafador codicioso

Escrito por
Josep Lambies
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El primero que habló de los encantos de un viaje en crucero fue David Foster Wallace en una crónica brillante que tituló, con acierto, 'Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer'. Luis Tosar, el hombre que encarnó a Malamadre en 'Celda 211', vuelve a ponerse a las órdenes de Daniel Monzón en 'Yucatán', un vodevil veraniego que se estrena el 31 de agosto, situado en un barco lleno de turistas y atracciones.

Un crucero es como un circo flotante, con cócteles, fiestas de espuma y shows psicodélicos. ¿Qué os ofrecía el escenario?
Un crucero es un mundo aparte, regido por sus propias leyes, y tienes que adecuarte. A nosotros, como equipo de rodaje, nos pasó. En un crucero no hay excepciones: la gente tiene que divertirse, el show tiene que seguir adelante de manera inexcusable, y todo se hace para el disfrute más primitivo.

¿Cómo es la gente que trabaja en un crucero?
Uno piensa que es un estilo de vida transitorio, pero de pronto ves que algunos llevan muchos años, y que no quieren echar raíces en tierra. Daniel Monzón decía que son como hámsters corriendo en una rueda que nunca se para.

Entonces, ¿'Yucatán' se rodó en el curso de un crucero en funcionamiento, con pasaje real?
Sí, y lo que prevalecía eran los ritmos del barco, que es relojería pura, y es necesario que sea así porque estás en un cascarón en el mar y la anarquía podría ser desastrosa. Estás doce días metido en un trozo de metal que huele a cloro porque el agua tiene que estar depurada, y aún así el riesgo de infección es altísimo, porque tienes a 2.000 viajeros que pueden haber embarcado con múltiples enfermedades.

¿Habías estado alguna vez en un crucero?
No, pero tenía referencias de gente que sí había estado, y sabía que en algunos casos puede resultar claustrofóbico. Yo lo sentí un poco así, aunque yo jugaba con desventaja, porque en toda la ruta por el Mediterráneo solo había españoles, es decir, casi todo el mundo me conocía y ahí no tenía escapatoria. Normalmente, cuando uno sube a un crucero quiere pasar desapercibido, emborracharse a sus anchas.

Si algo hay en 'Yucatán' es alcohol.
Sí, no sé si es políticamente correcto decir esto, pero en los cruceros no se para de beber. En general, hay un consumo notabilísimo, también de comida. Lo que se carga en los puertos es de un volumen que no has visto más que en Mercamadrid.

'Yucatán' es una comedia, un musical y un relato de aventuras. Todo en uno.
Lo de la música de los cruceros es otro tema alucinante. En el nuestro había un auditorio para mil espectadores, una magnitud que no se ve a menudo. Y dimos con un espectáculo sobre la historia del rock que era increíble, con unos músicos estupendos.

No estamos acostumbrados a verte haciendo comedias. Pero parece que Daniel Monzón tenía muchas ganas de llevarte a ese terreno.
Daniel y yo tenemos una relación muy estrecha y nos reímos mucho rodando 'Celda 211' y 'El Niño'. Cuanto más drama hay en la historia, más ganas tenemos de sacarle punta. Hemos alimentado una energía de humor desde que empezamos a trabajar juntos y ahora ha desembocado de manera natural en algo como 'Yucatán'. Tal vez al público esta película le descoloque, pero al final puede asociarla con lo que hemos hecho antes. Yo hago de un timador, estafador, embaucador. Por lo tanto, seguimos en un ambiente bastante lumpen.

Se dice que 'El Niño' fue un rodaje accidentado, que Jesús Castro acabó en el hospital por hipotermia y tal. ¿A Daniel le va el riesgo?
Daniel es muy loco y muy genial. Tiene pinta inofensiva y luego es un bestia. No en plan ogro, pero es que es muy vehemente. Y sí, se arriesga. Tienes que ir con cuidado con lo que se te ocurre, porque a veces propones algo en broma y como le haga gracia estás listo. Con 'El Niño' hicimos de todo, un helicóptero cayendo al mar, una lancha a toda velocidad... Él se ríe con estas cosas.

¿Es más divertido hacer 'Yucatán' que 'El Niño'?
Detrás de las cámaras, todo es igual de coñón. Hay quien aborda su trabajo de otra manera y es totalmente respetable. Pero Daniel y yo nos picamos mucho el uno al otro, nos enganchamos con cualquier mierda de chiste y continuamente nos tienen que llamar al orden.

'Yucatán' nos sitúa hace diez años, justo a las puertas de la caída de Lehman Brothers. ¿Es una sátira de la crisis?
Sí, de eso va. 'Yucatán' trata de la codicia, de esa avaricia que rompe el saco con toda la humanidad dentro. Y el giro final viene a decirnos que puedes estafar lo que te dé la gana, que al final vendrá otro que te estafará a ti, y a ese otro también lo van a estafar, porque siempre habrá un cabronazo mayor.

Decía antes que no estamos acostumbrados a verte en una comedia, y sin embargo apareciste en 'Murieron por encima de sus posibilidades', de Isaki Lacuesta, que también era una sátira de la crisis, y a lo grande.
Es la mayor marcianada que se ha hecho en el cine español, y por desgracia no tuvo la suerte que merecía. Era una película ilustrativa de lo que se vivió en este país, con una parte hardcore metafórica pero que no está lejos de la realidad.

¿Te refieres a las escenas sangrientas?
El desmembramiento entre unos y otros fue brutal, y hubo sacrificios, gente que cayó, suicidios. El sueño húmedo que planteaba Isaki es que tarde o temprano el pueblo engancharía a los responsables y les daría cera de la buena. Era un divertimento catártico, y yo hubiera querido que tuviera mayor repercusión.

También en 'Yucatán' existe ese punto gore.
Al final hay tres tipos colgados de un gancho y un hombre enmascarado con una motosierra. 
También hay algo catártico, las ansias de escarmiento, cosa muy popular que después, por fortuna, se aplica poco. Es una suerte que todavía seamos una especie civilizada, porque si no mucha gente hubiera muerto colgada.

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