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5 anécdotas que desconoces del Cementerio de San Isidro

Noelia Santos
Escrito por
Noelia Santos
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Fuera de bromas, en el cementerio sacramental de San Isidro levantas una piedra y salen mil historias. Y las hemos descubierto durante la ruta 9 Días AdEternum que está organizando justo ahora, en vísperas de la celebración del Día de Todos los Santos y de Halloween.

Durante el siglo XIX, época en la que se levantó este camposanto, la muerte, y más concretamente el hecho mismo del enterramiento, no era percibida de la misma manera que hoy. Y es que, paradójicamente a lo que se pueda pensar, los cementerios eran lugares a los que la gente iba a pasear, al estilo de los jardines románticos decimonónicos, entendidos algo así como lugares de desconexión, de retiro y de descanso -no solo eterno-. Sin dramatismos ni llantos innecesarios. 

Con esta ruta cultural (y no demasiado tétrica) entre nichos y panteones, hemos descubierto personajes olvidados, anécdotas históricasdatos curiosos relacionados con el cementerio. Aquí la cosa no va de sucesos paranormales, sino de muertos que un día estuvieron muy vivos y merece la pena recordar su historia. 

Cementerio de San Isidro rutas

1. Dentro de los 120.000 metros cuadrados que ocupa el cementerio, se encuentra el cipresal más importante de Europa, con más de 200 años de antigüedad. En 2011 cumplió su bicentenario y a pesar de ser un hito más que interesante, despierta menos interés del que cabría esperar. La ubicación hace que parezca algo tétrico, cuando no lo es. 

2. Caminando por uno de los laterales del Patio 4 (o Patio de la Sacramental), uno de los de mayor valor artístico, de repente nos topamos con una capilla sepulcral levantada al estilo de ¡una mini catedral neogótica! Su autor es el mismo del Monumento a Colón que hay en medio de la plaza de Colón de Madrid, el arquitecto y escultor Arturo Mélida y Alinari. 

3. Aquí están enterradas dos supervivientes del Titanic. Y la historia de una de ellas es bien curiosa. Se trata de María Josefa de la Cruz Pérez de Soto y Calleja, una de las grandes damas de la sociedad madrileña que se embarcó en el Titanic junto a su marido Víctor. Lo anecdótico es que la madre de Víctor les advirtió -ahora sabemos que de manera premonitoria- no se subieran a ningún barco, un consejo que el joven matrimonio desoyó. Estando en París, compraron un par de pasajes para embarcarse en el insumergible y dejaron al mayordomo en tierra, encargado de enviar diariamente postales a la madre de Víctor para que no sospechara que habían hecho caso omiso a sus consejos. El resto ya es historia: Josefa sobrevivió, mientras que Víctor pereció en aguas del Atlántico norte. Dicen las buenas lenguas que en plan Leonardo Di Caprio, sacrificando su vida por la de mujeres y niños a los que dio prioridad para que pudieran montarse en los botes. 

4. El escultor italiano Giulio Monteverde firma el ángel del panteón de Joaquín de la Gándara y Navarro. Una escultura imponente y relajada que recuerda a otras del mismo autor, uno de los grandes olvidados de la escultura del siglo XX por no seguir las modas de las vanguardias y continuar los cánones tradicionalistas originados en la Grecia clásica y reforzados posteriormente con el Renacimiento. Por cierto, la escultura se esculpió en Roma en el año 1883 por encargo de la familia para ser instalada en este panteón. Su sola presencia llena la sala abovedada. 

5. Cristóbal Oudrid yace aquí. ¿Qué quién es este señor? Pues ni más ni menos que el autor de la salve marinera, un canto a la virgen muy popular en la marina española. Fue pianista, compositor de zarzuelas y director de orquesta y, para más señas, músico de las tropas napoleónicas. Por cierto, su sepultura es uno de los mejores ejemplos de tumbas rústicas que todavía quedan en el cementerio de San Isidro. 

Todas estas anécdotas y datos curiosos son desvelados durante las rutas que el Cementerio organiza regularmente. Y como anunciábamos al comienzo, ahora es el turno de los 9 Días AdEternum, un paseo por panteones y sepulturas que culmina con una actuación musical cuya intención, como nos comenta Ainara Airztoy, una de las guías culturales que organizan las visitas, es "ganarle la batalla al olvido". Siempre desde el respeto.

Las rutas de 9 Días AdEternum estarán activas hasta el próximo 2 de noviembre. Y para asistir, no hace falta apuntarse, basta con presentarse a las 11 de la mañana en la puerta del cementerio. El coste es de 6 euros, destinados íntegramente a la conservación de las sepulturas, tanto para su contemplación como para que sus moradores luzcan mejor que nunca. ¿Quién dijo miedo?   

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