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Así es el nuevo espectáculo de Aquaman en el parque Warner

Escrito por
Alfonso Álvarez-Dardet
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Son las nueve y media de la noche, y aunque el espectáculo de Aquaman no comienza hasta las 23:30 h, el público ya empieza a acomodarse alrededor del lago del parque Warner. Algunos sacan sus bocadillos, otros devoran trozos de pizza o hamburguesas que han comprado en los bares aledaños, incluso hay quien trae su silla plegable. Todos se apresuran para no perder detalle del nuevo show del rey de Atlantis a cargo de un grupo de especialistas de Flyboard (deporte que consiste en desplazarse por el aire en una tabla aerodeslizadora propulsada por el chorro a presión que sale de un tubo unido a una moto de agua) que se podrá ver todos los días de julio y agosto.

Faltan diez minutos y una voz, que parece mitad humana mitad robot, avisa por megafonía que el comienzo está cerca. Aunque el lago continúa a oscuras, desde fuera se ve cómo los especialistas empiezan a tomar posiciones. En el público se escuchan susurros del tipo: “Mira allí, ese está escalando la plataforma”, o “Allí, allí, ¡ahí está Aquaman! La expectación es máxima y el respetable ya comienza a impacientarse. Pasado el tiempo, un reloj de holograma que solo se ve desde una parte del lago recoge los últimos segundos: 10, 9, 8… (replican los presentes con entusiasmo)... 2...1 ¡Piii!...¡Fuegos artificiales! 

Las luces se encienden. Las motos salen por doquier. Los especialistas comienzan a elevarse con sus Flyboard y unos centímetros abajo, los ojos del niño que está a mi lado se ensanchan como si estuviese viendo al mismísimo Aquaman. En esta ocasión, el héroe acuático se las tendrá que ver con Black Manta, un despiadado cazarrecompensas que se la tiene jurada porque achaca la muerte de su padre al rey de Atlantis. La batalla promete ser épica, y lo es a su manera. Los especialistas se enfrentan entre ellos en lo que parece una danza aérea. Los golpes se sustituyen por arriesgadas acrobacias que arrancan más de un “uhh” y “oooh” en el público. 

El espectáculo dura apenas 20 minutos y una voz en off femenina relata la historia de Atlantis mientras los buenos se enfrentan a los malos. Vueltas mortales, tirabuzones, y una coreografía ejecutada con precisión hacen ver que aquello es mucho más que un grupo de deportistas haciendo piruetas. Todo está pensado para sorprender a los espectadores, en un momento de la función tiene lugar una explosión (controlada, eso sí), nuestro héroe está en apuros y el corazón de los más pequeños late a mil por hora. Los adultos ya nos olemos la trampa, pero disfrutamos viendo el mundo a través de sus ojos. 

El traje de los especialistas está cubierto de luces LED que dejan con el movimiento una estela de formas que embellecen sus movimientos. El dominio de los artistas es brutal, lo hacen tan sencillo que se llega a escuchar a algún padre: “pues no parece tan complicado”. ¡Sí!”, ¡ya! ¡Hazlo tú, listo! Replica la mujer provocando las risas disimuladas de los presentes. 

Nuestro héroe está caído, su moto de agua que controla el Flyboard da vueltas sin control y Black Manta se siente vencedor. Los pequeños tienen el corazón en un puño, no pueden creer lo que sus diminutos, pero bien abiertos ojos, están viendo. ¿Podrá reponerse Aquaman? ¿Es este su final? ¿Estás seguro de que no queda nada de comer, papa? Los abucheos son constantes, el mal no puede vencer al bien, y menos en un espectáculo de Warner. ¿Será esta la primera vez? 

Todavía queda mucho espectáculo, y la tensión se palpa en el ambiente, se masca la tragedia. Los niños agarran fuertemente la pantorrilla de sus padres, y estos apuran los últimos tragos de su cerveza. La voz en off está más off que nunca. No vamos a desvelar el desenlace. Es más, aquí damos por concluida la crónica. Chao. 

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