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¿Es el final de 'House of cards' tan desastroso como dicen?

Escrito por
Josep Lambies
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No hay duda de que 'House of cards' nos ha brindado algunos momentos seriéfilos de alta intensidad (¡spoiler alert!). Frank Underwood haciéndonos confidencias mientras comía costillas de cerdo de un papel de periódico, con los deditos grasientos. El asesinato de Zoe Barnes, que llegó como un huracán al principio de la segunda temporada. La mirada fulminante de Claire, apoyada en la mesa presidencial, con el flequillo sujeto en una horquilla, diciendo 'My turn'. Hace justo un año que el actor Arthur Rapp formuló la primera de una serie de acusaciones contra Kevin Spacey por casos de abusos sexuales, en plena revolución del #MeToo. Netflix, protegiéndose del escándalo, anunció que 'House of cards' se cerraría en una sexta y última temporada de ocho capítulos en la que no contaría con Spacey. Para disipar dudas, también nos contaron que en el primer episodio su personaje ya estaría muerto. Ahora que ya hemos visto el final (en España, en Movistar+), ahí van un par de reflexiones (que solo debéis leer si ya la habéis terminado).

1. Un ataúd sin cadáver. El reto al que se enfrentaban era complicado. Había que conseguir matar a Frank Underwood en una elipsis, pero sin pasar de largo demasiado rápido, para que no pareciera que se corría una cortina de humo. Es decir, había que darle a su muerte un espacio en la trama, un cierto misterio. Tenemos esas fotografías de Robin Wright en el funeral, con velo negro, acercándose a un ladito del ataúd, y su imagen pública de viuda coraje, con el rímel corrido por las lágrimas. El nombre del difunto no deja de planear en cada conversación, como un cadáver al que nadie consigue enterrar del todo. El resultado es bastante forzado. El fantasma no llega a aparecer, pero todo el mundo se ve obligado a invocarlo, como si así se cubriera el vacío.

2. En los caminos del terror. Ironías de la vida, la desaparición de Spacey ha acabado ensombreciendo al personaje de Claire Underwood, que como única protagonista se ve obligada a cargar con el muerto, a justificar su ausencia, a responder por los dos. En eso se pierde un poco una de las líneas más interesantes de la temporada, que es esa orientación satánica y terrorífica que le han dado. Hay una secuencia en la que la vemos sentada en la sala de cine de la Casa Blanca, con un cigarrillo en los labios, y de pronto empieza a rodar el proyector y escuchamos los primeros compases de la nana de 'La semilla del diablo', de Polanski. Poco a poco, la imagen de Mia Farrow embarazada llevando en su vientre al hijo de Lucifer tendrá un eco en la serie. Claire Underwood es la madre de la patria y, a la vez, la mano que mece la cuna donde duerme el demonio.

3. Lady Macbeth en solitario. Claire Underwood no da puntadas sin hilo. Es maquinadora, perversa, como una Lady Macbeth que en lugar de suicidarse mató a su marido de hambre en un calabozo de la fortaleza cuando ya no le era útil. Y a estratega no la gana nadie: se mantiene firme contra la política de la testosterona, instrumentaliza la lucha feminista y monta el primer gobierno formado exclusivamente por mujeres. Con el peinado como un casco dorado, los vestidos rígidos como armaduras y esos tacones de aguja que parecen espadas. Todos la hubiésemos querido ver venciendo a Frank Underwood en una escena final que prometía ser sangrienta, la culminación de un plan letal. Porque está claro que es a él a quien iba destinado ese cuchillazo.

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