[title]
En un rincón de la calle González Soto, en pleno Puente de Vallecas, se esconde el Sputnik, un parque vecinal autogestionado que, desde 2016, ha transformado lo que era un solar abandonado en un espacio de vida comunitaria. Allí donde antes solo había basura y escombros, los vecinos plantaron árboles, levantaron una pérgola, pintaron murales y hasta montaron un cine de verano. Todo en torno a una enorme tolva de cemento, vestigio de la burbuja inmobiliaria, que acabó dando nombre al lugar.
Durante casi una década, el Sputnik ha sido mucho más que un jardín improvisado. Sus 230 metros cuadrados se convirtieron en el único espacio verde de la zona, un refugio climático (con hasta dos grados menos gracias a la abundante vegetación) y un centro de actividad de todo tipo: desde asambleas de diversos colectivos sociales y fiestas populares hasta los Premios Utopía o encuentros con figuras internacionales como Silvia Federici. Sus murales —con el icónico ‘Smoking Graciela’ a la cabeza— lo han transformado en un emblema del barrio, visitado incluso como si fuera un museo al aire libre.

Pero todo ese esfuerzo vecinal está ahora en jaque. El solar ha sido comprado por un nuevo propietario y forma parte de un proyecto inmobiliario que ya se publicita en Idealista: pisos de obra nueva, con garaje, que costarán hasta 450.000 euros. La promotora encargada, Dmarchee, planea levantar 14 apartamentos en la zona, lo que implicaría la desaparición del único pulmón verde del vecindario. Para los vecinos, la operación traería más tráfico, menos sombra y la pérdida de un espacio que ha tejido comunidad durante años.
Lejos de rendirse, el colectivo que cuida del Sputnik se organiza para resistir. Buscan negociar un alquiler social digno o, al menos, retrasar la construcción mientras siguen llenando el parque de vida.
"Estamos en negociaciones con quien dice ser el propietario del solar" cuenta Paulo, uno de los vecinos más activos de entre los que conforman la asamblea. "Hay amenazas de meter máquinas y arrasar con todo en cuestión de semanas. Es parte del movimiento de privatización de cada palmo cuadrado y denota una total desatención de las necesidades de esparcimiento de los barrios, donde parece que sólo se va a poder vivir si tienes mucho dinero", denuncia.