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¿También vomitasteis viendo 'La casa de Jack'?

Escrito por
Josep Lambies
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Después de la sobredosis de porno lacerado que nos sirvió en el doble volumen de 'Nymphomaniac', estábamos seguros de que la nueva película de Lars von Trier iba a ser un banquete de carroña cuanto menos difícil de digerir. Este genio danés de inclinaciones sádicas nunca dejó a nadie indiferente. En 'La casa de Jack' se introduce en el cerebro de un asesino en serie, Jack, magistralmente interpretado por Matt Dillon, que nos sumerge en un relato de violencia mugrienta. El mal que habita el hombre se expresa en su estado más crudo, genuino e irrespirable. Nosotros creemos firmemente que estamos delante de una película importante, pero sabemos que no está hecha para todos los estómagos. Por eso os damos cinco claves para que decidáis si estáis o no preparados para sufrirla.

1. Caza deportiva y tanatoestética. Os lo advertimos, no estamos delante de un nuevo 'American psycho'. Aquí no hay elegancia, no hay trajes caros ni lujo. Aquí lo que veréis os dará mucho asco, desde un punto de vista moral y visceral. Porque el asesino de 'La casa de Jack' es algo así como un cazador deportivo, que disfruta derribando a sus presas, viendo cómo se retuercen en el suelo soltando los últimos espumarajos de vida por la boca. Después les toma fotografías y almacena sus cuerpos en una cámara frigorífica llena de pizzas caducadas, donde los somete a rituales de taxidermia, con alambres y tenazas, para convertirlos en sus trofeos de caza. 

2. No hay tregua posible. Von Trier sabe cómo usar la cámara para provocarnos sensación de ahogo, para obligarnos a seguir mirando cuando ya no podemos más. Así es cómo en 'La casa de Jack' consigue que la bilis nos suba por la garganta, dilatando los momentos más escabrosos sin piedad. Permitidnos un 'spoiler': hay una escena en la que Jack sienta los cadáveres de dos niños sobre una manta de picnic y obliga a la madre a darles de comer bocados de tarta de manzana. La madre, en shock, corta un pedazo de tarta, lo acerca con un tenedor a los labios de uno de sus hijos y empuja adentro, una, dos, tres veces, como si nunca fuera a dejar de hacerlo. 

3. El humor del maníaco. La película está dividida en cinco episodios, en cada uno de los cuales Jack relata uno de sus crímenes. Nos cuenta cómo le marcó con un rotulador rojo el contorno de los pechos a su novia antes de rebanárselos con un cuchillo o cómo condujo su furgoneta roja arrastrando un cuerpo que dejó, durante varios kilómetros, un rastro de sangre. Todo la narración está impregnada de un humor negro brutal, que al principio –sobre todo en el diálogo con Uma Thurman– nos hace gracia, nos convierte en cómplices, pero que poco a poco nos va produciendo pavor. Hasta que vemos un cadáver convertido en pelele, con los párpados arrancados, y nuestra carcajada se convierte en náusea.

4. La obra de arte macabra. En 'La casa de Jack' no hay gore estilizado, pero en toda la película subyace un discurso abominable sobre la belleza del mal. No es que la idea del crimen como obra de arte sea nueva, pero Jack la lleva a las cuotas del horror masivo. Él dice que se siente como un gran creador de la destrucción. De hecho, se compara a sí mismo con Albert Speer, arquitecto del nazismo que concibió los edificios del Tercer Reich proyectando el esplendor de sus futuras ruinas. Ahí reposa la memoria de la barbarie y el genocidio, el Holocausto, la aniquilación y el terror de la multitud, como un monstruo reencarnado. Nos hallamos en ese lugar de donde nace el demonio humano.

5. Von Trier es Satanás. Y este descenso a los infiernos es, también, un descenso a las entrañas del cine de Lars von Trier. Viendo 'La casa de Jack' caemos en la cuenta, al fin, de que en todas sus películas, desde 'Los idiotas', el cineasta ha ido escarbando un hoyo cada vez más profundo que conduce a los reinos de Belcebú. Transmutado en el personaje del psicópata obsesivo, Von Trier parece querer decirnos que él es el ser que se esconde en la cámara final de los abismos de la muerte, bajo el manto ardiente de Lucifer. Por eso, ninguna de la imágenes del horror que aparecen en 'La casa de Jack' es gratuita ni prescindible. Por desagradables que se nos presenten, son la penitencia necesaria a la que debemos someternos si queremos que Satán nos muestre su cara.

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