Costa Daurada: viñedos históricos, ruinas legendarias y grandes mesas con el Mediterráneo de fondo

Aprovechamos el nombramiento de Cataluña como Región Mundial de la Gastronomía 2025 para viajar hacia el sur y descubrir algunas de las joyas del Priorat, Reus y Tarragona
Casa Navás
Time Out Madrid
Time Out en colaboración con Agencia Catalana de Turismo
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Descubrimos una región pletórica de joyas a cielo abierto que hablan en susurros del esplendor de un territorio y de sus habitantes a lo largo de siglos. Esto vale para una vidriera modernista, sus viñas en terrazas o las piedras de un claustro medieval. Y lo hacemos durante un fin de semana que se hace corto, que se disfruta a lo grande, que nos impone la promesa de volver con más tiempo a este rincón de naturaleza y calma, de vino estiloso y vermut alegre, de esa historia milenaria que cuentan por igual olivos y ruinas romanas, de restaurantes de autor e ilustres platos típicos…     

DÍA 1

Priorat, más allá del santuario del vino

Nuestra ruta arranca en la parada Camp de Tarragona; la estación recuerda el nombre de esta antigua comarca de la Costa Daurada. Estamos a 13 km de la capital de la provincia, la legendaria Tarraco, y de Valls, localidad reconocida por el cultivo de calçots, esa cebolla tierna que es a la vez icono gastronómico y emblema cultural de Cataluña. Y en apenas 24 km llegas a Reus, cuna del vermut y el modernismo catalán.

(Curvi)líneas de fuga

Damos la espalda al Mediterráneo (no a su vasto poder de influencia) para adentrarnos en el Priorat. Recorremos carreteras sinuosas que suben y bajan, que se estrechan cada vez más, y alcanzamos, atravesando pinares y fascinados por la imponente silueta de la Sierra del Montsant (convertida en parque natural desde 2002), Cabacés. La comarca está parcheada de atractivos y tranquilos pueblos como este (en uno están empadronados poco más de 60 habitantes y en el de allá no llegan a los 300). De camino a las viñas, grandes protagonistas de la zona -es raro no cruzarse con autobuses turísticos en ruta enológica-, hacemos una primera pausa en una almazara. En El Molí d'Oli proponen un paseo entre olivos, un viaje en el tiempo por tierras arcilloso-calcáreas que habla de tradición y supervivencia de un territorio, de un ecosistema. Porque ellos estaban antes (durante y seguirán después) que la vid en estos campos de secano. Caminamos entre ejemplares centenarios (y algún árbol milenario) distribuidos en bancales por las laderas del monte hasta llegar a una cata especial donde saborear en profundidad el aceite de sus arbequinas y disfrutar de variedades menos conocidas como la royal o la negret certificadas en ecológico, una producción tan limitada como vibrante a nivel organoléctico. 

Bajo la pétrea mirada de la Sierra de Montsant

Después de varias decenas de curvas a izquierda y otras tantas a derecha llegamos a los pies de los grandes y escultóricos riscos del Montsant. “Todo está cerca pero todo está lejos”, dicen por aquí. Y aquí es donde descansan los vinos de altura de Celler de Pasanau, ejemplo perfecto de bodega familiar en la DOQ Priorat. Aquí es donde aprendemos más sobre el terroir de esta histórica denominación de origen (la única junto a Rioja que es DOCa) y bebemos todo lo que significa la llicorella. Aquí, donde brilla la garnacha y la cariñena -las uvas más representativas de la región- no digáis pizarra, decid llicorella. Estamos en La Morera del Montsant a 740 metros sobre el nivel del mar, en una parcela que responde al poético nombre de La Planeta. La panorámica deslumbra. Los responsables de la bodega, la quinta generación ahora al frente de cada cosecha, plantaron el primer viognier del Priorat, siguen a pies juntillas el calendario lunar y las tesis de la agricultura regenerativa. Pura artesanía y máximo cuidado para un trabajo que se reparte por distintas fincas y microclimas. Hay nombres de mayor volumen y prestigio internacional pero en su escueto catálogo está embotellada la singularidad, el carácter y la elegancia de los vinos DOQ Priorat, un templo a cielo abierto tanto para quienes buscan la excelencia como la curiosidad.

Ante la belleza de estos serenos paisajes apetece practicar senderismo, buscar los angostos caminos entre las grutas de esas moles de piedra, atreverse con una vía ferrata cercana, acercarse a la popular Siurana… pero tenemos un centenar de curvas de vuelta hasta Falset. La localidad es capital del Priorat pero está fuera de la DOQ pero dentro de la DO Montsant. Para no perderse con las “fronteras” necesitaréis un mapa. Algunos, por resumir con una imagen reconocible y directa, dicen que la región es como un huevo frito. La yema es DOQ Priorat y la clara DO Montsant. Funciona. Beber sus vinos subraya esos límites, evidencian la tipicidad de cada una.   

Siglos de vino: de un restaurante contemporáneo...

De hecho, todo se entiende mejor en Brichs. Su carta líquida es toda una masterclass de los vinos de la región. No hay concesiones a otros paisajes y sí introducciones didácticas e informativas sobre las DOs con número de bodegas, hectáreas de viñedos… De hecho este año se llevó el Premio a la mejor carta de vinos de la provincia de Tarragona en los Premios Cartavi. Así que no sabemos si los vinos son la armonía a los platos Rafael Múria (y David Corchero) o al revés. Sea como sea, el desenlace es magnífico. Sobre la mesa, y pase a pase, un medido equilibrio entre la sorpresa (croqueta de pollo César) y el clasicismo (carabinero con parmentier Robuchon) para rematar con un Miel y cítricos que guarda y aúna la historia personal (miel de naranja y azafrán de la familia del chef) y con la regional. En la carta van apareciendo grandes productos del territorio como atún rojo de Balfegó, las avellanas de Reus, las alcachofas de Terres de l'Ebre y la emblemática salsa romesco. Cocina con personalidad, de guiños divertidos, de producto vestido con la finura de un domingo en una sala diáfana, luminosa, cristalina. 

... a una Cartuja medieval

Con el estómago feliz, nos retiramos al silencio. No el de una siesta reconstituyente sino al que emana al atardecer de los muros aún en pie de la majestuosa Cartuja de Escaladei. Un lugar donde la ausencia se va volviendo presencia si recorremos sus estancias sin prisas, volando del románico al gótico, de la sacristía de la iglesia al refectorio o las celdas. Un retiro monumental que se empezó a levantar en el siglo XII y terminó en escombros con la huida de los monjes (por la desamortización de Mendizábal) en 1835. Famosa era su farmacia y en la tienda del recinto venden ahora cremas de distintas hierbas pero lo realmente recomendable es vivir su experiencia inmersiva. Y por si aún os lo preguntáis… lo de Priorat viene del padre prior de este monasterio de clausura, que podía ejercer justicia y era el alcalde general de todos los pueblos de la zona centro de la actual comarca.  

Descanso al abrigo del recetario local

Con el sol poniéndose sobre Falset, nos sentamos a la mesa de un hotel de poco más de 20 habitaciones que te abraza por la familiaridad de su servicio y el rústico encanto de su decoración y su mobiliario (incluida una chimenea a la que arrimarse en meses fríos). Hotel Hostal Sport, a orillas de una de esas carreteras nacionales que aún atraviesan pueblos, esconde un generoso patio ajardinado, una amplísima suite en el piso más alto y una carta de raciones notables y platos de tradición prioratina como la tortilla de judías blancas y espinacas, la butifarra negra a la brasa con sofrito doméstico de tiempo lento o, de postre, un ‘menjar blanc’. Todo elaborado con productos locales y de temporada. Cuando lleguen los calçots, cocinarán calçots. 

DÍA 2

Reus, capital del vermut y cuna del modernismo

Antes de tomarnos el primer vermut del día (porque nunca viene uno solo), cogemos el coche para aprender más de la joven DO Montsant (creada en 2001) y su trabajo con la cariñena, la variedad estrella, y el influjo de otra sierra, la de Llabería. Celler Masroig, la bodega con mayor producción de la DO y recientemente premiada en el Concurso Mundial de Bruselas (por su tinto Les Sorts Vinyes Velles 2020), son maestros a la hora de dibujar una panorámica de esta tradición viticultora, desde los vinos que se vendían a granel y se podían cortar con un cuchillo a la heterogeneidad de perfiles actuales. No os perdáis su instructiva y original ruta por los antiguos depósitos de esta cooperativa centenaria que tiene tatuado un lema: “El alma, el viñedo”.  

Una hábil y franca cocina de autor

Y así atracamos en la feliz hora del vermut. Durante el siglo XVIII la expresión popular “Reus-París-Londres” mostraba la relevancia de esta industria; las tres ciudades eran, además de productoras, las que fijaban el precio del aguardiente. A finales del siglo XIX y principios del XX, había más de 30 productores y 50 marcas de vermut en la ciudad, algunas de las cuales siguen en funcionamiento. Así que asomaos a toda una institución en esta bebida, Yzaguirre. Pero hay otros sellos de gran reconocimiento como Miró, Padró, Dos Déus…  

Por el arroz de gamba roja (y solo gamba) de una lonja cercana ya merece sentarse a la mesa de Ferran Cerro (1 sol Repsol). Las elogiosas onomatopeyas están aseguradas. Los sobresalientes, estéticos y viajeros menú degustación del chef reusense, formado con figuras tan renombradas como los hermanos Roca, Arzak o Ruscalleda, cambian constantemente y se pliegan al apetito y apetencias de cada comensal. Del menú escoges tanto el tamaño (S, M, L como si fuera una prenda) como los propios pases. La camaradería de la sala termina por vertebrar una atmósfera propicia para relajarse, dejarse llevar y centrarse solo en disfrutar de la comida y la conversación en cualquiera de sus 11 mesas repartidas en dos plantas de ambientes bien diferenciados. De la cocina van saliendo platos sin corsés y de una encendida y sutil creatividad, bocados que antes salieron de una mente curiosa que va mil, que dibuja platos en lugar de anotar recetas. Sushi, kebab, lasaña e incluso un donut suenan reconocibles pero, tras una acumulación de eficaces detalles, resultan singulares y gustosos cuando aterrizan en el mantel. Pero, si buscas producto y recetario local, pide su versión de frincandó de bonito o, en temporada, su coca de calçot.

Cuando el lujo también era artístico

En apenas dos minutos a pie estamos frente a la magnética fachada de Casa Navàs, parada imprescindible para todo el que visite Reus. Estaréis boquiabiertos durante una hora. Cada estancia, del suelo al techo, es un tesoro artístico. Cada puerta que se abre da paso a un paraíso exquisito de vidrieras, mosaicos y marquetería. Hablamos de una vivienda proyectada por el profesor de arquitectura de Gaudí, Lluís Domènech i Montaner, al que una familia adinerada le dio a comienzos del siglo XX un cheque en blanco para levantarla y decorarla. Así que hoy paseamos, con calzas y sin cámara de fotos, por uno de los mejor conservados y más deslumbrantes ejemplos de Modernismo a nivel mundial.

Un sueño modernista (y reparador)

Podéis echar la tarde paseando hasta las afueras para curiosear por el también modernista Institut Pere Mata, callejear buscando el Teatro Fortuny o probando distintos vermuts por algunos bares del centro como L’ amagatall pero os invitamos a probar el masclet durante el recorrido. Es un goloso híbrido de vermut rojo y Plim -refresco de frutas originario de Reus- que se bebe principalmente durante las fiestas mayores de la localidad.    

Anochece. El cuerpo pide descanso. Y nada mejor para cerrar el círculo que el Hotel Boutique Mas Passamaner. Un alojamiento que tiene cinco estrellas y tres pilares, tres fuerzas centrípetas. El edificio principal, una masía obra de Domènech i Montaner; la carta donde seduce una gamba roja a la sal viva, emociona una alcachofa o divierte un postre familiar que terminan en sala; y la piscina, rodeada de árboles, grandes jazmines y cómodas habitaciones. 

DÍA 3

Tarragona: De arqueología romana...

Despertarse, darse un baño y salir rumbo a Tarragona. Dejar atrás el oasis para adentrarse en un laberinto de calles medievales y ruinas milenarias que son Patrimonio de la Humanidad. Dato: la ciudad no alcanzó los habitantes que vivieron durante el Imperio romano hasta 1960. Y recomendación: apuntaos a una visita guiada, no hay otra manera de comprimir 2000 años de historia en un par de horas y, de paso, aprender nuevos términos latinos, desmontar mitos y pescar curiosidades. Foro, anfiteatro, circo, templo, muralla, termas… Hay grandes monumentos pero también pequeños hallazgos como encontrar una estela funeraria incrustada como una piedra más en el muro de una casa o subir a un piso por unas escaleras que fueron gradas de un circo romano. Es extraordinaria la herencia a cielo abierto de la que fuera la primera colonia lejos de la Italia continental pero, aún con todo esto, Tarragona parece un iceberg; si levantas una losa del suelo, estás de vuelta en el siglo I dc. Por eso lo ideal es ponerse en manos de un guía experto, que disertará sobre emperadores, cristianos, naumaquias, gladiadores, sexo, violencia, esclavitud…, para luego seguir a tu ritmo.    

... y vinícola

Y a tu ritmo es fácil acabar en AQ, justo a la sombra de la Catedral Basílica (la más grande de Cataluña hasta que terminen la Sagrada Familia). Cocina fresca, jubilosa y libre la que proponen la pareja formada por Ana Ruiz (desde los fogones) y Quintín Quinsac (en sala). Dividen la carta en secciones (individuales, crudo, frito, asado-brasa, dulce…), te dan un lápiz y cada mesa rellena las casillas, elige su propia aventura gastronómica. Pueden ser 3 ostras, un tomate “Colló de Frare”, un falso ravioli con gambas de Tarragona al ajillo, una parpatana de atún de Balfegó (un sello tarraconense presente en los mejores restaurantes del mundo), y unos albaricoques risolados. O cualquier otra cosa porque manejan alrededor de una veintena de platos para compartir. Todo ilusiona y complace pero quizás la nota diferencial de este animado y gustoso restaurante sea su altar dedicado a los vinos rancios de Tarragona. Quintín es un apasionado del tema tras enamorarse del marco de Jerez. Tiene limitadísimas dosis de estos elixires pero esta inmersión, estas perlas que va descubriendo a cuentagotas y que ofrece a los clientes les hace únicos. 

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